Este material derivado del petróleo está presente en infinidad de productos de uso diario. A pesar de sus virtudes el plástico es un material de muy difícil degradación, que tarda en descomponerse cientos de años. Las estimaciones actuales consideran que para 2050 habrá en nuestros océanos más plásticos que peces.
Además, a través de los peces, el plástico se está introduciendo en nuestra cadena trófica, sin que se conozca con exactitud la repercusión de los daños que esto puede comportar.
Si a los avances legislativos se les puede atribuir lentitud en la mayoría de los casos, a nivel individual y colectivo, como consumidores, podemos avanzar hacia modos de consumir que reduzcan la cantidad de plástico en nuestros hogares, todo ello con la voluntad de revertir los riesgos medioambientales derivados del uso del mismo.
En este sentido, conviene recuperar las famosas acciones de reducir o rechazar, reutilizar y reciclar. Se debe estimar la conveniencia del consumo de productos de un solo uso, que no siempre resultan necesarios, pero son responsables de gran parte de los residuos plásticos. Resulta imprescindible fijarse tanto en la composición de los materiales que se compran como en la presentación de los mismos.
Además, no todos los plásticos son reciclables, y el proceso de reciclaje conlleva también un gasto de energía y productos que habrá de tenerse en cuenta.
Frente a la pasividad de unos pocos, las organizaciones medioambientales y los Gobiernos de todo el mundo han dado la voz de alarma, aunque con cierta lentitud y ausencia de radicalidad en sus actuaciones. Y aunque es cierto que las fábricas de polímeros continúan funcionando a pleno rendimiento, alguna s iniciativas representan una esperanza, a través del cambio de hábitos, y la economía circular mediante el reciclaje.
La voluntad de apuntar el objetivo a los residuos e incluirlos de manera protagonista en la planificación económica representa el argumento fundamental de la economía circular. Esto ha propiciado el surgimiento de otras iniciativas, como el denominado upcycling, que permite una segunda vida a los residuos, convirtiéndolos en un producto de mayor valor añadido que el original.
En definitiva, el reto es enorme, dada la multiplicidad de bienes de consumo cotidiano que incluyen plástico en su composición; no obstante, no debemos desistir del objetivo prioritario de optar por un modelo de consumo sostenible. III