Miguel García | Sábado 02 de octubre de 2021
Según AENA, el Aeropuerto de El Prat transportó en 2019 más de 52 millones de pasajeros y sus previsiones eran que las instalaciones podían estar saturadas a partir de 2026, razón por la cual planteaba aumentar la capacidad desde los 55 millones actuales a 70 millones de usuarios al año.
El proyecto de ampliación presentado tenía mucho margen de mejora, especialmente en la protección del espacio protegido de la Ricarda, pero una inversión de 1.700 millones que contemplaba la creación de 83.000 empleos directos merece un análisis profundo con criterios técnicos rigurosos. El principio de crecimiento sostenible requiere un equilibrio lo más atinado posible entre protección del medio ambiente y desarrollo económico porque se trata de dos objetivos irrenunciables para el porvenir de la sociedad.
Es normal que una infraestructura de estas dimensiones ubicada en una zona tan sensible genere reacciones airadas, por eso es incomprensible que el gobierno de Pedro Sánchez, que es quien había promovido la ampliación, suspenda el proyecto ante las primeras dudas. Si estaba convencido de que el proyecto era el mejor posible, lo que tenía que haber hecho es explicarlo bien donde hiciera falta y si el proyecto tenía margen de mejora, lo que tenía que haber hecho es sentarse con todas las administraciones implicadas para encontrar una solución lo más satisfactoria posible. Ahora bien, darle un carpetazo al proyecto a las primeras de cambio genera la impresión de que el gobierno no tenía verdadero interés en hacer la inversión y que solo la planteó como una operación de oportunismo político a la que tan acostumbrados nos tiene Pedro Sánchez. Lo que está claro es que Cataluña no se puede permitir perder oportunidades como 83.000 empleos y una infraestructura clave, ante la pérdida de competitividad generada por la parálisis y la conflictividad del procés. Estamos saliendo rezagados de la crisis de la pandemia y el Govern sigue enrocado con una mesa de diálogo en la que solo quiere hablar de una independencia imposible. III