Editorial

Ganas de vivir

Editorial | Viernes 03 de diciembre de 2021

Los dos últimos años que hemos tenido la fortuna de sobrevivir, han sido muy duros. En todos los órdenes de la vida.



La sociedad la conformamos generaciones que nunca habíamos vivido una calamidad similar. Son pocos los que sufrieron la Guerra Civil, y aún viven; unos cuantos más, los que padecieron las penurias de los años 40: hambrunas y miseria. La mayoría de generaciones que convivimos en el país, afortunadamente, hemos vivido bien. Probablemente en términos relativos, seamos las generaciones que mejor nivel de vida han disfrutado en la historia de España.

Estamos esperanzados en dejar atrás los problemas que nos trajo el COVID; queremos pasar página. Es comprensible. Queremos recuperar la vida que llevábamos a finales de 2019.

Las próximas fiestas de Navidad las esperamos con ilusión. Esperamos recuperar las reuniones familiares; aunque sean esas que siempre hemos denostado por suponer una sobrecarga de visitas, tener que soportar al cuñado pesado o sencillamente porque no sufrimos tanta concentración de parientes. Esperamos las fiestas para tener la disculpa de salir a comprar, caminar durante horas entre miles de bombillas iluminadas, músicas repetidas y “papa noeles” multiplicados. Confiamos en ir de fiesta a la casa de tal o cual amigo, citarnos en restaurantes y bailar en las fiestas organizadas por los hoteles.

En fin, queremos divertirnos como hicimos en el año 2019.

Y está bien que así sea. Es señal de que tanta ruina sobrellevada en los dos últimos años no nos ha amilanado. Eso sí, conviene que administremos el momento: que no olvidemos que la libertad recuperada no es total, que hemos de mantener medidas de seguridad básicas: distancias, mascarilla, limpieza de manos; buscar los espacios abiertos antes que los cerrados. Gestionar todas estas medidas con sentido común, comportándonos de la forma más razonable posible, teniendo en cuenta las necesidades y los riesgos.

Si vamos a poder disfrutar de una fiestas navideñas más tradicionales, será por el éxito del proceso de vacunación. Que un 80% de la población se haya vacunado es el principal motivo para ser optimistas ante el futuro; en estos días la Generalitat pretende ordenar que para entrar en un local de ocio o restauración, sea preciso enseñar el carnet de vacunación; es una lata. Pero parece que esta medida provoca que gente que aún no se había vacunado, vea ahora la necesidad de hacerlo. ¡Magnífico! Si el engorro de tener que ir enseñando el carnet de vacunación sirve para que se vacune un porcentaje aún mayor de población, bien venido sea.

2022 nos espera a la vuelta de la esquina. Y entre todos hemos de conseguir que sea un buen año. En el que consigamos crecimiento económico, más puestos de trabajo y mayor bienestar. Las administraciones, tradicionalmente lentas ante los problemas sobrevenidos, dispondrán de importantes fondos europeos destinados a la recuperación económica; esperemos que sean diligentes en su gestión y contribuyan a la reactivación del país. Pero a fin de cuentas, somos nosotros, la población, quien conseguirá superar la situación en que nos ha dejado la pandemia. Y para mirar el futuro con optimismo, el punto de partida es tener ganas de vivir.