La moda guía los comportamientos del primer mundo. Si algo se convierte en tendencia, millones de personas están dispuestas a seguirla.
Una fuerza desconocida nos empuja a imitar; es un fenómeno sociológico propio de nuestro tiempo. Los youtubers, son una consecuencia de este comportamiento colectivo; probablemente un ejemplo extremo y absurdo del seguidismo de nuestra sociedad.
Seguidismo que no se produce tan solo en los comportamientos individuales: los gobiernos o los medios comunicación, también estamos afectados por tendencias miméticas que establecen principios indiscutibles durante un tiempo.
No obstante, la realidad siempre es poliédrica; las verdades se solapan, se superponen, confrontan entre ellas; analizar la realidad nunca ha sido fácil.
Es más cómodo seguir tendencias. Es el nuevo politeísmo infantiloide de las sociedades occidentales.
Disponemos de muchos convencimientos instalados como verdades a respetar. El problema es que muchas de esas “verdades” entran en colisión con otras; la solución al uso, es referirnos a ellas por separado, en días diferentes: cuando hablemos de la ayuda sanitaria al tercer mundo o de aceptar las olas migratorias, ese día, mejor no hablamos del funcionamiento de nuestros centros sanitarios o del acceso de los jóvenes al mercado de trabajo o de las pensiones de los mayores. Por separado, todas las “verdades” nos dejan tranquilos; intentando encajarlas todas, nos sobran “verdades” para completar el puzle de la realidad.
Por ejemplo, ¿quién está en contra de proteger las aves? Formulada así la pregunta, la mayoría social de respaldo, sería muy alta: casi nadie estaría en contra; probablemente una minoría de cazadores.
En este asunto, la Unión Europea tiene dictada la directiva 2009/147/CEE, promoviendo la declaración de Zonas de Especial Protección de Aves (ZEPA); con voluntad de preservar, mantener o restablecer una diversidad y una superficie suficiente de hábitat para todas las especies de aves merecedoras de protección.
A nuestro modo de ver, la pregunta consiguiente a la anterior, tendría que ser, ¿qué esta Vd. dispuesto a pagar o a perder para proteger las aves? Y aquí, la mayoría ya no es tan clara. La Unión Europea aporta exiguas ayudas para la creación de estas zonas.
Ayuntamientos y Generalitat tienen sobre la mesa la propuesta de ampliación de la actual zona ZEPA Delta del Llobregat a gran parte del Parc Agrari. Visto desde la “verdad” preservativa, una noticia esplendida. Pero las administraciones están obligadas a analizar la complejidad de la realidad; y la pregunta que debieran hacerse es: ¿qué costes tiene la ampliación de la ZEPA y quien lo paga?
Una ZEPA, limita los usos del territorio, a los agrícolas tradicionales; y conviene subrayar, tradicionales: no se permite la agricultura intensiva, ni el uso de pesticidas, se restringen los cultivos autorizados a una serie de productos… en fin, se limita la actividad agrícola a una más propia de sociedades agrarias preindustriales.
La ampliación de la zona ZEPA Delta del Llobregat, es condenar la actividad agraria del territorio a la marginalidad y la ineficiencia de las explotaciones. Ese sería el coste de la decisión; y tiene pagadores: en primer lugar, los payeses propietarios del suelo que sufrirán una pérdida de valor de su propiedad, al disminuir las posibilidades de explotación agraria; y en segundo lugar, los consumidores de productos agrícolas de proximidad, que dispondrán de menos producto y variedad en oferta.
Los urbanitas, incluidos los dirigentes políticos, sabemos poco del mundo agrario. Pero nos conviene a todos no ser simplistas, no seguir la moda y obligarnos a sopesar el coste de las decisiones.
La ampliación de la ZEPA del Baix Llobregat, beneficiará a las aves migratorias, sí; tan seguro como que perjudicará a los payeses de la comarca.