Opinió

El fracaso de la cumbre climática de Glasgow

Fernando Martín | Domingo 09 de enero de 2022

Había muchas esperanzas puestas en la cumbre del clima COP26 celebrada en Glasgow, en plena pandemia de la Covid19.



Con varios estudios apuntando a la perdida de biodiversidad del Planeta como una de las causas principales de la propagación de los virus, muchos pensaban que de esta cumbre iban a salir acuerdos sólidos que permitieran encarar los próximos años de manera más positiva. No obstante, de nuevo no ha sido así, los intereses de los grandes grupos de presión económicos han prevalecido por delante de la conservación del Planeta; otro tanto ocurre con el modelo económico, responsable directo según muchos especialistas del desastre al que nos vemos abocados y que ni siquiera ha sido cuestionado.
De la cumbre se concluye el reconocimiento de que los países están fallando colectivamente, y que necesitan aumentar sus planes de recorte de emisiones de gases de efecto invernadero. Asimismo, surge un llamamiento para que las naciones aumenten sus ambiciones climáticas para 2030 durante el próximo año. Algo que se entiende como un mensaje específico para China, el principal emisor de dióxido de carbono del mundo, que no lo tiene previsto en su agenda antes de terminar esta década.
Además, la advertencia es para todos aquellos países en vías de desarrollo que no pueden permitirse renunciar al carbón y otros combustibles sucios para sacar adelante sus economías. India, Brasil, Venezuela, Arabia Saudí o Nigeria tienen todavía enormes bolsas de pobreza, imposibles de erradicar sin estas fuentes de energía. Y fue la presión de este bloque de economías emergentes la que finalmente consiguió, en la última cumbre climática, cambiar el concepto de eliminación, por el de reducción paulatina de combustibles fósiles. Alegan que siendo los países más avanzados los que han producido durante años el calentamiento global, sean ahora ellos los que piden un esfuerzo enorme a los países más perjudicados por la contaminación ajena, sin darles la oportunidad de avanzar con esos mismos recursos. Y aquí viene uno de los puntos positivos alcanzados por la cumbre, el compromiso de los Estados más ricos para ayudar económicamente a los más pobres a realizar esa transición.
El calentamiento del Planeta ya está en 1,1º C, como se admite con alarma y máxima preocupación en la declaración final de la cumbre. Pero si se cumpliera toda la catarata de anuncios de cero emisiones para dentro de tres décadas, y otros pactos no vinculantes anunciados durante la cumbre, el calentamiento se podría quedar en solo 1,8º C, nunca en 1,5º C, como se estableció en el Acuerdo de París.
Tenemos que interiorizar como ciudadanos que el derrotismo que se está instalando en muchos sectores, en relación al cambio climático, se debe erradicar. Es una crisis que podemos resolver y tiene solución, que va a construir una sociedad mejor. Debemos concienciarnos de que no sólo somos consumidores sino también ciudadanos, para expresar nuestra conciencia ambiental y provocar cambios en las políticas climáticas.