Hace años, el popular alcalde de Vigo, Abel Caballero -economista, exministro PSOE y presidente de la FEMP-, recomendaba que para no perder el Norte económico, partamos siempre de nuestra escala salarial y patrimonial para encarar las crisis económicas
Vigo ha mejorado, en poco tiempo, tanto que su último alcalde puede morir en el cargo, dado que le votan todos por su capacidad demostrada.
Al hablar de cuentas públicas, por ejemplo, de los 110 millones de euros del Presupuesto de Sant Boi nos puede parecer una simpleza, lo recomendado por el alcalde de Vigo, doctorado por Cambridge, y no es así.
Tras la crisis del 2008, Cáritas clerical empezó a aumentar sus prestaciones de manera notable. Ya remontando la crisis, apareció el Covid, y en dos años, todos los índices reconocen que un 29% de españoles son pobres, muchos de ellos de clase media. Esto es un grave condicionante para la ciudad de Sant Boi, con una renta media baja y en segunda posición en pobreza comarcal; 5.000 abonados a Cáritas, las estadísticas del Ayuntamiento lo reconocen, aunque sin atinar en las soluciones. Se sabe el dicho presupuestario de Samuelson, y otros: ¿Cañones o mantequilla? Elegir bien las opciones en la orientación presupuestaria es básico y más en plena crisis.
Recibiremos, tal vez, de la UE fondos para mejorar la circulación y hacer obras: ¿un nuevo Plan E? Por el contrario, ¿cuántas Pymes locales o autónomos serán ayudados para obtenerlas? ¿Las energías renovables, tampoco?
Los polígonos siguen con deficiencias graves. ¿Las ayudas de la DIBA o fondos UE tendrían utilidad para hacerlos atractivos y productivos?
¿Las ayudas locales a los necesitados deben continuar segmentadas por entidades o convenir ya una unificación de esfuerzos, patrocinios y publicidad?
¿Debe nuestro Ayuntamiento autoconsumir un 40% de recursos presupuestarios? ¿Dónde está la robotización administrativa, ya vigente en banca, seguros, viajes y logística?
Si miramos atrás en la historia local de los 42 años socialistas, hallamos una dirigencia carente del gusto por los números, salvo excepciones de economistas y bancarios. Una intervención contable, dócil, sin oposición al cargo.
Y en la memoria las dos intervenciones de cuentas con Hacienda de Boyer-Solchaga, y más adelante Montoro, que impuso una cautela general, retirada por el covid.
Pero ahora la inversión libre creadora sigue siendo escasa para remontar los males crónicos: desindustrialización, paro, pobreza sin eufemismos, comercio en retirada y vivienda cara. Este es el gran fallo histórico, el descuidar la empresa y a empresarios singulares, que los tenemos, y no atraer nuevas inversiones en ferias y foros de inversores. El intentar sustituir lo privado con la deficitaria CORESA, o Claus nos conduce a extravíos en Lliçà de Vall con una gasolinera, o seguir con el bloqueo a la permuta del Cuartel + Central de Endesa, la mayor reserva de suelo urbano que tenemos.
La economía municipal necesita un estilo gerencial, que ahora no se tiene, para atender la excesiva plantilla, el control de gastos corrientes, y sobre todo la clarividencia competencial para suprimir partidas de gasto discutibles en plena crisis: cooperación, subvenciones a entidades sin contrapartida del receptor, emisora, animales, festivales sin eco, auténticos lujos de pobre.
Un alcalde PSOE de Vigo y un gran empresario santboiano, coinciden en que una ciudad debe saber a dónde va. Debe tener un proyecto económico sostenible en el tiempo y sobre todo que el alcalde de todos, oiga a la otra parte, para no cosechar un NO rotundo de toda la oposición al presupuesto, que será modificado en un plis plas con anticipos y créditos continuos. O hacer como el vecino alcalde Ruiz: atraer empresas y fondos.