El mundo occidental está viviendo un tiempo convulso y lleno de incertidumbres. La seguridad de la intocable Europa ha sido cuestionada por la invasión de Rusia a Ucrania.
Mi reflexión no se encamina a un debate sobre la guerra, a todas luces marcada por el fracaso cobarde de la política. Todas las guerras, también las menos mediáticas, son la consecuencia de la incapacidad por dialogar y encontrar soluciones diplomáticas, prevaleciendo el “valor fundamental por la vida”.
Europa ha envejecido de forma alarmante, ha perdido aquello que la constituyó y la fortaleció después de dos guerras crueles y genocidas: la visión cristiana de la realidad. El pensamiento único se va generalizando, las sociedades están sujetas a “lobbies” que marcan el ritmo ideológico, moral y económico.
Europa se ha convertido en un mercado de intereses, persigue lo más cómodo, lo más barato y las ofertas más rentables para un bienestar individual. Este conflicto bélico ha despertado ciertos miedos e inseguridad, sobre todo en materia energética y la posterior consecuencia: la inflación (pérdida del poder adquisitivo y de bienestar).
La población europea está respondiendo de forma solidaria y generosa ante la avalancha de tantos refugiados. Hay un país que destaca por encima de todos: Polonia; un país muy criticado por los mencionados “lobbies“, está acogiendo más de un millón y medio de personas que están huyendo de Ucrania. Su ejemplo debería mostrar el camino a seguir, un ejercicio de la política menos dialéctico y más de gestos, de menos discursos y de más acciones.
La guerra es fruto de muchos odios, resentimientos y venganzas acumuladas a lo largo de muchos años; ¿quién propone el contrapeso necesario para disminuir estas escaladas de conflictos bélicos? Últimamente, Europa ha obrado de forma acomplejada y cobarde a la hora de ofrecer propuestas valientes para defender a los más inocentes. Las legislaciones de muchos países europeos se decantan por la eliminación de todo aquello que complica nuestro estado de bienestar egoísta y particular; numerosas leyes así lo demuestran (eutanasia y aborto).
El conflicto bélico ha desnudado las carencias de nuestra Europa, una Europa que ha apostado sólo por el bienestar económico, dejando a un lado los contenidos morales y los valores perdurables.
¿Por qué nuestra querida Europa ha desenganchado de su historia y de los valores cristianos que la configuraron? ¿Por qué, en algunos casos, parecen que se avergüenzan de sus raíces?