Aunque la naturaleza es tozuda y se empeña en devolver las cosas a su estado original (y acostumbra a lograrlo), a veces la mano del hombre es aún más pertinaz y consigue que las aguas acaben volviendo a su cauce
Pero al artificial, no al primigenio. Bajo esta premisa, se ha restablecido el orden en l’Illa del Molí de El Prat, un islote fluvial prefabricado a solo 90 metros de la desembocadura del Llobregat, incluido en los trabajos ambientales del desvío del río en 2004, que se ha había convertido en una península como consecuencia de la acumulación de sedimentos. Tras un somero dragado, el espacio ya es de nuevo una ínsula, para regocijo de las aves protegidas que han hecho de ella su hábitat, como los cormoranes o la gaviota de Andouin.
Rehusar la etiqueta de península no ha sido un capricho. El istmo de 21 metros de anchura que la corriente fluvial y los aluviones había creado entre l’Illa del Molí y la margen izquierda del río Llobregat a lo largo de casi 20 años acarreaba un doble peligro: que el islote artificial dejara de funcionar como un refugio para las aves –al perder la valiosa incomunicación por tierra- y ser una barrera en caso de crecida del cauce.
Deshacer el nexo entre islote y ribera ha requerido una inversión de 136.600 euros -aportados por la Agència Catalana de l’Aigua (ACA)- y la extracción de la friolera de 5.100 metros cúbicos de áridos. Los trabajos mecánicos, acabados recientemente, “garantizan unas condiciones óptimas para el refugio de muchas especies faunísticas de la zona y permite recuperar la capacidad de desagüe del Llobregat en el mar en caso de avenida”, evitando desbordamientos y la inundación de la propia isla, han explicado fuentes de la ACA.
Tan hondo como el resto del cauce
El dragado del estrecho que separa la isla ha sido “más hondo” que el original para hacer el paso tan profundo como el resto del cauce, lo que permitirá “que el aislamiento se prolongue por más tiempo”, aseguran desde la Agència. Además, los trabajos han recuperado la capacidad inicial de desagüe al mar que tenía el río cuando se inauguraró el r´ñio y que los sedimentos habían mermado.
El nacimiento de la ínsula, que sigue firme frente a la planta desalinizadora de El Prat, no fue casual. L’Illa del Molí fue ideada para compensar medioambientalmente la pérdida de una estancia de cormoranes marinos, en la desembocadura del antiguo cauce, que desapareció con la ampliación del Port de Barcelona. Todo el perímetro insular fue protegido desde el inicio con rompeolas para asegurar su estabilidad. De estos espigones y de la eficacia del renovado y profundo canal que la separa de la orilla dependerá que la isla no vuelva a ser nunca más una península, para regocijo de la fauna local protegida.