Opinió

Otros turistas

Lluis M Estruch | Viernes 01 de julio de 2022

En los años 60 muchos economistas de izquierdas, renegaban del turismo como fuente de ingresos para equilibrar nuestro presupuesto nacional



Desde hace mucho, ya nadie se atreve a denostar del turismo; incluido el longevo Tamames y el arquitecto Tusquets que hasta elogian el modelo “Benidorm” de rascacielos playeros concentrados; en lugar del desarrollo costero de “chalecitos” en cadena que han destrozado el litoral y que hasta provocan regresiones playeras.
Desde Franco y con COVID, las masas europeas persisten en “colonizar” la para muchos “California” de Europa; un país que ha recibido a más de 83,7 millones de visitantes en 2019. Y que atrae a jubilados nórdicos y residentes de lujo en pos de la carta de residencia.
Son cifras de respeto, que nos colocan junto con Italia y Francia entre los más visitados de Europa. Patrimonio, Naturaleza, Gastronomía y buenos precios, son la clave del éxito. Los acuerdos Schengen facilitan en gran manera la circulación de personas y mercancías y ese es el mejor instrumento para el intercambio de servicios.
Aún con movimientos anti-turismo como el de la alcaldesa Colau y otros, el flujo turístico sigue suministrando el “maná” que un país precario precisa para asegurarse su existencia. Hasta ahora, mi relato narra lo normal, lo que concierne al visitante libre de cargas y culpas. Quisiera contrapuntearlo con el fenómeno de los visitantes no deseados, -la inmigración ilegal-, en su mayor parte centrada en el Magreb y el Sahel. Un día, son los escaladores de vallas; otro, los niños invasores y otros días, los desembarcados en lanchas o entrados con visa turística.
Gentes mal cualificadas, sin encaje previsto, que nos llegan según el régimen de corrientes marinas, a nuestras playas y puertos y a través de ONGs que colaboran en los trasiegos entre las orillas mediterráneas. España sin una cabal política inmigratoria desde hace años, regatea las acogidas; tiembla en las devoluciones y diluye a muchos “sin papeles” en las ciudades de más de 50.000 habitantes.
Ha habido sirios, somalíes, yemeníes, afganos, malineses…que pagando más de 4000 euros han conseguido alcanzar el para ellos 1er. Mundo. Un problema sin resolver este, al que se pretende superponer, la necesidad de cubrir las vacantes de empleos mal pagados y precarios. Sin embargo en esta Europa-UE tan rica y envidiada, ha vuelto la guerra, una guerra al estilo (por ahora) de la I-GM, cañoneos urbanos, destrucción sistemática, violaciones masivas y sobre todo un éxodo de más de 7 M de ucranianos, a sumar a los 6 M de inmigrantes, de antes de la invasión-, hasta el 2019. Es decir que hoy por hoy, la tan cacareada renovación demográfica de tres países en declive: España, Italia y Francia puede lograrse simplemente, aplicando la directiva UE 2001/55 CE que simplifica la acogida de refugiados de guerra ucranianos. Gentes por otra parte instruidas, adaptables al patrón occidental, con buena formación profesional y acostumbrados a desempeñarse con dificultades desde hace años.
Cuando acabó la II GM, 14,5 M de alemanes del Este, huyeron hacia el Oeste, expulsados sin más. Fue la migración europea más importante hasta ahora. Casi nadie la recuerda. Pero puede llegar a ser, equiparable al éxodo ucraniano, por A) la guerra no ha acabado, B) la reconstrucción será complicada y larga. Así pues, los obsesos de la teoría del -gran reemplazo-, deberán aceptar como ocurrió en el pasado, que una gran migración eslava, del Este euroasiático, va a producirse por las llanuras europeas, mujeres y niños primero y más adelante, grupos familiares completos. Sectores que padecen carencias de mano de obra, podrán satisfacer las vacantes.
No es turismo, la llegada de ucranianos aunque si es cierto, que inicialmente se va produciendo el traslado de una incipiente clase media urbana, que ahora se abre a nuevos destinos vitales. España tiene algún papel a jugar, también en este sector, con 500.000 euros de inversión se puede conseguir un permiso de residencia, rápido. Rusos y ucranianos, utilizaban esta vía, en tiempos de paz, y ahora sigue siendo válida para minorías pudientes. Visitantes, turistas y refugiados, son el factor humano que un país pobre debe cuidar con esmero.