El maniqueísmo se concibe “como una actitud o interpretación de la realidad que tiende a valorar las cosas como buenas o como malas, sin términos medios.
” Este principio filosófico sigue siendo hoy una realidad, sobre todo en el ámbito político.
La concepción maniqueísta de la sociedad actual comporta un alto riesgo para la convivencia. Algunos políticos, de forma irresponsable, explotan este recurso para ganarse unos votos en detrimento de un ambiente que favorezca el diálogo y el consenso.
Estoy realmente decepcionado de la clase política que rige Europa. La guerra en Ucrania es un claro ejemplo de esta incapacidad y fracaso para, mediante el diálogo y la negociación, evitar la destrucción de tantas vidas humanas. Nos detenemos en las informaciones partidistas de uno u otro bando; las noticias forman parte de las armas propagandistas de ambos lados.
En España, esta concepción extrema se hace presente en los discursos de algunos políticos. El lenguaje que utilizan es maniqueísta y torpe; ponen etiquetas entre los ciudadanos, culpabilizan a amplios sectores de la sociedad sin asumir sus responsabilidades y sobre todo no dan respuestas a los problemas reales que la ciudadanía.
El político no está para perpetuarse en la “casta”, debe plantearse como un servicio público con fecha de caducidad. El nivel de gran parte de nuestros políticos actuales es mediocre y deprimente, más preocupados por obedecer a su partido y acomodarse en algún puesto de relevancia con altos ingresos, que gestionar el “Bien común” en beneficio de todos, especialmente de los más desprotegidos. La carencia en su formación humana y académica puede ser una de las causas.
Las palabras deben servir para comunicar y crear ambientes propicios para solucionar los problemas de las personas. Los mensajes populistas y “facilones” deben estar acompañados de propuestas reales a corto y largo plazo.
Nuestra sociedad española tiene graves carencias éticas, graves enfrentamientos ideológicos e históricos no sanados, graves comportamientos egocentristas hipócritas… la ausencia en la educación de valores (solidaridad, misericordia, compasión, humildad, gratitud…) comportan consecuencias: ¿qué sociedad queremos dejar a nuestros hijos? ¿Qué valores, incluso los trascendentales, queremos ofrecer a las futuras generaciones?
¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.” (Mt 7 4-5).