Sus dos miembros fundadores (Agustín Ramírez y Enrique Marín, vecinos de la calle Llobregat) y el letrista y bajo del grupo (autor de temazos como “Un rayo de sol”), Amado Jaén, reviven en ésta, la primera entrevista que conceden desde que se hizo pública su entrada en el nomenclátor de la ciudad sus primeros pasos en el mundo de la música y su salto a la fama, asi como sus emociones tras conocerse la noticia y su particular visión del ecosistema en el que se llevan moviendo medio siglo. Debido a la excepcionalidad de que se les vaya a conceder en vida el honor de formar parte del callejero local, algo que raras veces ocurre ‘El Llobregat’ tambíen va a hacer una excepción y va a dividir este peculiar diálogo con los tres músicos al unísono en varias entregas, la segunda de las cuales verá la luz en la edición del próximo mes de marzo.
Hasta que fueron citados por El Llobregat ni Agustín ni Enrique ni Amado, los tres integrantes primigenios Los Diablos, no habían pisado la acera del que será el bosque urbano que lleve su nombre ni se habían retratado con el solar de fondo a sabiendas de que iban a pasar a la posteridad en él. Por eso se muestran tan pletóricos cuando llega el momento de ponerse delante de la grabadora de su entrevistador. Entre emoción y nostalgia, se avienen a revivir tiempos pasados y presentes, con desparpajo y familiaridad. Pero de forma tan atropellada a veces que resulta casi imposible saber quién dice qué. Las conversaciones se entrecruzan cargadas de detalles y matices, todos irrepetibles y formidables. Así que las preguntas y respuestas de esta interviú habrá que imaginar que las contestan a coro, como si estuvieran interpretando el estribillo de una de sus exitosas canciones...
¿Qué pasa cuando Los Diablos se enteran de que les van a dedicar unos jardines en su barrio, en Collblanc?
Lo primero fue llorar, llorar mucho. Después, ponernos de los nervios. Es muy grande escuchar que ha sido una decisión tomada por unanimidad, por todos, porque es para un grupo musical parido en nuestro barrio.
Un reconocimiento merecido…
Sí. Creemos que sí. Llevamos 50 años hablando bien de L’Hospitalet. Con el parque se nos compensa un poco (sonríen a trío). Los Diablos hemos paseado con orgullo el nombre de L’Hospitalet por el mundo. Nos gusta decir que somos de L’Hospitalet y nos disgusta que digan que somos de Barcelona. Y si lo hacen, les corregimos. Barcelona se la dejamos a Los Mustang y Los Sirex.
¿Mejor un parque que una calle?
Le dijimos a la alcaldesa, Núria Marín, medio en broma. cuando actuamos en las últimas fiestas de Collblanc que una de nuestras ilusiones era tener una calle, una plaza en nuestro barrio. Ni que fuera un pasaje. A Los Jabaloyas les han dedicado un pasaje en Mallorca y están descontentos porque les parece poca cosa. Nosotros estamos más que contentos con lo que nos han dado. Incluso es lo mejor. Y es que... (risas)... se llamarán los jardines de Los Diablos porque todo el día se estará colando ‘Un rayo de sol’ (más risas).
¿Dónde empiezan Los Diablos?
Muy cerca de los jardines. Ensayábamos en el terrado del número 65 de la calle Llobregat que es donde vivía Quique (Enrique Marín) y que por detrás daba al hospital de la calle Progrès (la antigua Cruz Roja). Los que estaban ingresados tenían el carnet para escuchar tocar a Los Diablos (bromean. Al hablar del viejo hospital le viene a la mente un simpático recuerdo a Agustín: ”Mírame la frente. Todo esto -se señala entre carcajadas- son pedradas de cuando los de la calle Llobregat y los de la calle París teníamos guerras infantiles”).
¿Y por qué os da por meteros a músicos?
La culpa de todo la tiene Quique: Existimos porque empezó a tocar la guitarra con una lata de sardinas. (Se carcajean los tres y Quique toma la palabra). Fui un día con mi padre a la exposición (Fira) de Barcelona y allí vi a un señor que cantaba en un estand y que lo presentaba el entonces famosísimo locutor Joaquin Soler Serrano. Era un rockero que llevaba una guitarra de purpurina brillante azul. Lo tuve a dos metros y me iluminó. “Yo tengo que tocar la guitarra”, me dije. Así que nada más llegar a casa me hice una guitarra con una lata de sardinas alargada y con cuatro cordeles. Y a rascar. Hasta que un día mis padres me vieron, descubrieron el tema, y me compraron una guitarra de verdad y me pusieron un profesor… Y aquí empieza la historia. Bueno, también está eso de que había un tío que vivía enfrente que se pasaba el día cantando: Agustín.
¿Lo escuchabas por la ventana?.
No. No (contesta Enrique). Nos conocíamos de jugar a la pelota en la calle. Siempre estaba cantando.Precisamente (responde Agustín) yo me hice cantante porque mi padre no me podía comprar una guitarra. Éramos cuatro hermanos y si me compraba a mi una guitarra seguro que otro pediría una moto. Y así sucesivamente…
Os juntáis los dos y empìeza a rodar la cosa... ¿Y para cuándo el debut?
Cuando ya teníamos un poco de práctica fuimos (Agustín y Quique) a cantar al Colegio Montessori (en La Torrassa) porque era el santo de la directora, Teresa. Tocamos ‘la plaga’ y ‘el rock de la cárcel’.
Porque aún no tenéis temas propios...
No. Nos pedían “¡otra, otra!” y volvíamos a cantar ‘la plaga’ y ‘el rock de la cárcel’. Y otra vez, y otra vez...
¿Y vuestra primera grabación?
El padre de Quique tenía en el comedor de su casa un magnetofón Ingra y con él nos grabábamos. Lo primero fue eso de “Esperanza, Esperanza. Solo sabe bailar cha cha cha” (cantando) de Machín. Lo escuchábamos en el bar de al lado. Bajábamos la grabación, nos la ponían y nos hacía ilusión. Antes de grabar para ninguna compañía, nos grabó el padre de Quique (guiño).
¿Cómo fueron esos primeros compases?.
Empezamos imitando al Dúo Dinámico. Nos marcó mucho. Incluso fuimos a una sastrería y nos hicimos los pantalones y los pullovers verdes y rojos del Dúo Dinámico. Y los mocasines blancos. Un día salimos a cantar con ellos en el Price, compartíamos cartel. Anunciaron al Dúo Dinámico porque eran las estrellas y el público pensó que éramos nosotros. Ellos tocaban sábado y domingo tarde y noche. Nosotros llegamos el domingo para una matinal. Antes de actuar, bajamos a los camerinos, curioseamos… y Quique cogió prestada la guitarra de Ramón Arcusa y tocó con ella. Con el tiempo triunfamos y una vez que volvimos a coincidir con ellos les dijimos: “¿Sabéis que os cogimos la guitarra prestada para una matinal?” ¡Ramón no tenía ni idea! (se ríen).
Al principio os llamasteis Los Diablillos del Rock, ¿por qué este nombre?
Porque teníamos 12 años, íbamos en pantalón corto. Cuando vimos por la tele a los Beatles con el tema ‘Twist and shout’ rápidamente nos dijimos, de vecino a vecino: ¡Grupo! Y es cuando entró Amado. “Primero entró mi hermano, cuando todavía eran los Diablillos” (puntualiza Amado). “Yo iba a los ensayos pero no tocaba, solo miraba, me fijaba” (Agustín le interrumpe): “Pero el hermano se fue con la novieta y nos quedamos con este”. The Beatles eran cuatro así que necesitabamos un teclista y entró uno. Y empezaron Los Diablos.
¿Cómo es el salto de grupo de amigos que tocan juntos a banda consolidada?
Empezamos tocando en los bailes de las fiestas mayores, hacíamos versiones de otros artistas. Hasta que un día que actuamos en las de Santa Eulàlia vino Tony Ronald, traído por nuestro representante, nos vio actuar y le gustamos. La verdad es que nos acojonamos al verlo porque es un tipo de dos metros. Ese día éramos los teloneros de Los Sirex. Tony Ronald nos abrió las puertas
Y grabasteis el primer disco…
No. Antes de que nos conociera Tony ganamos un festival que organizaba la discográfica EMI en el desaparecido Teatro Barcelona. La discográfica llevaba a sus artistas y les hacía interpretar canciones de Los Beatles. Nos pidieron una versión del ‘All you need is love’. Cuando ya nos estábamos marchando, porque pensábamos que no teníamos nada qué hacer, nos hicieron volver. Habíamos ganado. Y grabamos un disco con EMI.
Con una versión de los Beatles...
Sí. Lo que se hacía entonces es que la compañía ponía a la venta primero un tema nuevo interpretado por artistas nacionales y después sacaba al mercado la versión original. A nosotros nos pasó igual en Francia con ‘Rosana’. Primero salió una versión de Ringo, un cantante muy conocido allí, y luego, la nuestra. Casi nos pasa lo mismo con ‘Dancing in the sun’, la versión en inglés de ‘Un rayo de sol’, por poco se nos cuelan The Tremolos.
¿Qué vio Tony Roland en vosotros?
Le gustamos como grupo. Y nuestro directo, porque hacíamos voces muy guapas. Trabajamos mucho el sonido de la guitarra, los teclados y los coros. Lo seguimos haciendo. Y al promocionarnos, Tony Ronald recalcaba que Amado Jaén componía unas canciones muy simpáticas, como ‘Somos Felices’ o ‘En casa de Tomás’ que teníamos grabadas y que tocábamos en los ‘bolos’. Alternábamos las versiones de grupos extranjeros, como The Holies o Herman’s Hermit, con temas propios.
Eso es un amplio repertorio...
Sí. Éramos un grupo que actuaba en muchas pistas, en las que repetíamos cada mes, en Cornellà, en el 464 de Gràcia... Así que cada vez que volvíamos teníamos que llevar cosas nuevas. Renovábamos el repertorio constantemente. Éramos unos currantes. Hacíamos cuatro o cinco temas nuevos semalmente y ensayábamos cada tarde a las siete en la famosa azotea que daba al hospital. Hasta que llegó ‘Un rayo del sol’... (continuará).