Así, durante años, muchas ciudades metropolitanas vecinas han vivido prácticamente de espaldas las unas con las otras: planificando urbanísticamente solo a la medida de la visión particular de cada municipio, impulsando proyectos introspectivos e incluso haciendo lo contrario a ambos lados de una misma calle fronteriza, como si todo acabara en los lindes municipales y no hubiera nada más allá.
Aunque ese individualismo municipal ya está prácticamente erradicado, gracias al buen hacer del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y de la extinta ‘Corpo’ (su antecesora), todavía faltaba ver como varias piezas del puzle territorial eran capaz de articular iniciativas conjuntas con una visión que desbordara los lindes locales y adquiriera tintes más ambiciosos y amplios, en un mundo cada vez más globalizado. Y ese paso definitivo se ha dado con la concepción del bioclúster que lideran L’Hospitalet y Esplugues y la Smarth Health Community.
Los dos municipios –cada uno de ellos con un potentísimo centro hospitalario: Bellvitge (HUB) el primero y Sant Joan de Déu (SJD), el segundo)- han sido capaces de darse cuenta de que eran dos referentes en el campo de la biomedicina y han decidido caminar juntos hacia un futuro, en el que la tecnología va a ser la clave de bóveda incluso en el mundo sanitario. Y todo con un más que loable objetivo común: mejorar la salud y la calidad de vida de los ciudadanos.
Por todo ello merece un reconocimiento público que las dos ciudades hayan empezado a poner los cimientos al que está llamado a ser el principal polo de desarrollo de la industria de la biomedicina en el sur de Europa y posiblemente uno de los principales y más punteros núcleos de investigación oncológica –tanto pediátrica como de adultos- del mundo. Y lo han hecho de forma inteligente, dejando de lado localismos y dejándose llevar por las propias sinergias de un sector –con la siempre loable colaboración público-privada- que silenciosamente se ha situado en el primer plano de la economía del Baix Llobregat, pasando por delante del sector servicios (puros y duros) el más boyante en las últimas décadas y, como no, del casi ancestral pasado metalúrgico y de industrias contaminantes.
Con estos cimientos resulta fácil pensar que tanto el sector Porta Barcelona de Esplugues como el Biopol-Granvia de L’Hospitalet van a ser un reclamo ineludible para las inversiones en el sector de la salud, la investigación y el conocimiento y que van a ser muchas las iniciativas que se sumen a un proyecto epor el que ya apuestan laboratorios farmacéuticos internacionales, universidades y centros sanitarios.
Buena prueba del potencial de esta zona es que el Hospital Clínic de Barcelona ha anunciado hace solo unas semanas que va por mudarse a unas nuevas instalaciones en el punto en el que la autopista B-23 se convierte en la avenida Diagonal de Barcelona, es decir en el límite territorial con Esplugues y el entorno de Porta Barcelona. El futuro Clínic, el SJD y el HUB formarán un triángulo con un potencial enorme, que se nutrirá además de la fortaleza de la Universitat de Barcelona (UB) y de otras que están sopesando ubicar sus campus biomédicos o sanitarios en esta área privilegiada.
La noticia de que el clúster de biomedicina conjunto de L’Hospitalet y Esplugues ha dejado de ser una entelequia para ser una efervescente realidad tiene otra muy buena lectura. La modernización del sector y su apuesta por la innovación va a repercutir directamente en una mejora de la calidad asistencial y de la salud de la ciudadanía. La digitalización de la sanidad que preconizan ambos municipios va a mejorar de forma sustancial la eficiencia y la sostenibilidad de un sistema sanitario que clama por la renovación y el aprovechamiento máximo de los recursos, en un esfuerzo por acercar el conocimiento clínico, la ciencia, la medicina preventiva y personalizada y la investigación biomédica a la sociedad.
Bienvenidas sean iniciativas como la del clúster biomédico, capaces de mirar más allá del día a día y proyectarse hacia el futuro con una visión conjunta que se mueve al compás de los nuevos y las nuevas exigencias de una sociedad cada vez más envejecida y que requerirá cada vez más de cuidados y soluciones médicas. Y sobre todo, que las administraciones estén a la altura de la ciudadanía y le presten todas la atención que se precise. III