Con sus diversas expresiones, el bullying es una de las causas más frecuentes de estas patologías emocionales.
En los últimos meses hemos asistido a casos estremecedores de abusos por parte de menores, muchos de ellos de índole sexual. Las cifras sobre estos comportamientos han crecido sensiblemente desde el 2015, y mientras algunos expertos barajan que podría deberse a que se denuncian más casos que antes, otros relacionan este aumento con el hecho de poder acceder a todo un universo de actitudes violentas y sexo desde cualquier dispositivo conectado a Internet. Otros especialistas sostienen sin embargo que es frecuente que detrás de esos abusos y agresiones existan traumas, maltratos, duelos y abusos pasados.
Sea como sea, el bullying no deja de ser un síntoma y un reflejo de un malestar social profundo que no puede abordarse únicamente a través de protocolos escolares sino desde equipos multidisciplinares de profesionales de la docencia, la psicología, el trabajo social y la seguridad ciudadana. Equipos que establezcan pautas de actuación eficaces a partir de la identificación en cada caso del cúmulo de factores que han cristalizado en la conducta agresiva. Nuevamente, las diferentes administraciones públicas y la sociedad civil están llamadas a aunar esfuerzos y a trabajar de manera coordinada.
En este sentido, quiero reivindicar desde aquí el trabajo que estamos realizando en Sant Boi para combatir esta problemática. Por un lado, el Pla de Xoc d'Adolescència, que se ha convertido en un programa referente en este ámbito desde un triple abordaje emocional, social y económico. Por otro, el proyecto Irrupció restaurativa, distinguido con el Premi Civisme 2022 a la Innovació otorgado por la Generalitat y que facilita a la comunidad escolar herramientas para abordar el bullyng a partir de métodos innovadores.
Corresponsabilidad y un enfoque global son, por tanto, las claves para actuar contra el acoso escolar en toda su extensión. III