El icónico Bar Antolín cerrará sus puertas después de 52 años de historia el viernes, día 28 de julio. Las tres hermanas propietarias, licenciadas en historia, decidieron continuar con el negocio tras la muerte de su padre en 1982. Aunque han tenido empleados jóvenes, la pandemia las obligó a reducir horarios y ahora deciden cerrar. El bar ha sido frecuentado por trabajadores y residentes del barrio durante décadas. Aún no han decidido qué hacer con el local en el futuro.
Este viernes, 28 de julio, será la última vez que el mítico Bar Antolín cierre sus puertas. Después de 52 años de historia, Adriana, la Nuria y la Pilar se despiden del lugar donde han trabajado durante tantas décadas. Con emoción, recuerdan algunos de los innumerables momentos que han vivido. "Hace mucho tiempo que hemos estado pensando en esto, pero cuando llega el momento...", afirman mientras sienten un nudo en la garganta.
En 1972, la historia del bar de la calle Josep Ricart comenzó con la migración de las tres hermanas y sus padres desde Terol a Sant Feliu. Antolín, el padre, había sido obrero toda su vida, pero decidió cambiar su trayectoria laboral y abrir un bar. En ese momento, tenían previsto que el establecimiento durara hasta la jubilación de Antolín: "Nunca quisimos continuar con el bar. Las tres somos licenciadas en historia y no queríamos seguir los deseos de nuestros padres". Sin embargo, las circunstancias se presentaron y esta semana han decidido cerrar el bar desde aproximadamente 1982, cuando Antolín falleció: "La madre asumió la responsabilidad y nosotras nos unimos, luego nos quedamos con el negocio. Combinábamos estudios y trabajo".
"No hay un momento bisiesto", afirman las hermanas, al exponer cómo han frecuentado el espacio desde muy pequeñas, sin definir un momento concreto de transición entre generaciones. En primer lugar, lo hicieron para acompañar a sus padres durante las comidas del día: desayuno, almuerzo y cena. Luego, tomaron el control del espacio. Según ellas, siempre han estado presentes en él.
A lo largo de los últimos cincuenta años, el negocio ha contado con un componente familiar. Sin embargo, las hermanas enfatizan la importancia de contratar personal joven. Durante un tiempo, tuvieron empleados jóvenes, pero después de la COVID, el núcleo familiar continuó gestionando el bar. "Con la pandemia, nos vimos obligadas a cerrar durante un tiempo y luego nuestros empleados encontraron otro trabajo. Decidimos reducir nuestro horario y así hemos seguido hasta ahora".
Siempre ha sido un negocio concurrido, según Pilar, Adriana y Nuria. Hace 50 años, los trabajadores de los talleres e industrias cercanas solían asistir, junto con los residentes del barrio, cuando aún no estaba urbanizado. Ahora, incluso los hijos y nietos de aquellos antiguos clientes siguen acudiendo. Como anécdota graciosa, mencionan una grabación realizada por el periodista Jordi Évole en el mismo establecimiento.
No descartan venderlo o alquilarlo, pero de momento no han planificado el futuro del local.