Begues

En busca de los secretos perdidos en la cueva de Can Sadurní hace 11.500 años

Excavación de la capa 13 justo en el momento en el que empieza a aparecer la capa 14 del yacimiento de Can Sadurní, en Begues.
Laura García Martínez | Viernes 01 de septiembre de 2023
En el yacimiento se han encontrado la cerveza más antigua de Europa y el garbanzo más vetusto del Mediterráneo Occidental. La excavación ha desenterrado L’Encantat de Begues, la estatuilla más antigua de Cataluña, y parte de un tesoro de monedas islámicas.

Can Sadurní, uno de los yacimientos prehistóricos más importantes de Cataluña y del Levante mediterráneo, es una cueva de Begues -enclavada en pleno corazón del macizo del Garraf- que ejerce un fuerte atractivo para los amantes de la prehistoria, la geología, arqueología, la botánica y, en general, la historia, la cultura y la naturaleza. Pero, como las apariencias a veces engañan, no se trata de una antigua mina. Para las comunidades prehistóricas, esta gruta begatana nunca fue una explotación de minerales.

Manuel Edo, arqueólogo, prehistoriador y presidente del Col·lectiu per a la Investigació de la Prehistòria i l’Arqueologia del Garraf-Ordal (CIPAG), explica que únicamente durante los siglos XIX y principios del XX la cueva fue un objetivo minero. En esa época, abundaban los denominados “gent del carst”, unos rastreadores de cuevas, brechas y simas para buscaban la calcita espática que se forma en las paredes interiores: un material que sirve de base para la fabricación de vidrio. Por eso, en esa época proliferaron en el Garraf fábricas que suministraban vidrio a Barcelona. “Pero en la prehistoria las cuevas no fueron nunca un yacimiento mineralógico”, insiste Edo.

Desde entonces, no para de hurgarse en las entrañas de la cavidad de Begues. “Hasta ahora se han excavado más de cinco metros de sedimentos en el interior de la cueva y su magnífica estratigrafía ha permitido encontrar, en el punto más profundo, restos del momento de transición entre el Paleolítico y el Neolítico (el denominado Epipaleolítico) datado hace unos 11.500 años”, relata el presidente del CIPAG. Desde ese punto hacia el exterior, la cueva muestra cuatro estratos geológicos bien definidos que documentan 33 episodios concretos de la historia humana en el macizo de Garraf, desde el Epipaleolítco hasta la edad contemporánea “Can Sadurní es una cueva de primer orden en el ámbito internacional”, ratifica Manuel Edo.

Uno de los atractivos de la cueva es que, aunque lleva siendo excavada 45 años, solo se ha descubierto el 15% del yacimiento. Las dimensiones reales de la cueva son aún una incógnita. “A día de hoy Can Sadurní mide unos 24 metros de longitud y 18 metros de anchura (en su tramo más amplio), pero hay que tener en cuenta que sólo se han excavado 50 metros cuadrados”, indica Edo.

Actualmente, la cueva está inmersa en un proyecto de investigación, al amparo de la Generalitat de Catalunya y que tiene como investigador principal al propio Edo y como directores de excavación a Ferran Antolín y Pablo Martínez. Uno de los motivos por los que la lupa científica sigue centrada en Can Sadurní es que está considerada como un referente, pues presenta la mejor estratigrafía del neolítico antiguo y medio inicial de todo el arco mediterráneo occidental. Y es que en ella se han encontrado la cerveza más antigua de Europa, el garbanzo más vetusto del Mediterráneo occidental, la estatuilla con forma humana más antigua de Catalunya (l’Encantat de Begues), de la que solo se conserva un tronco con un único brazo, y parte del volatilizado ‘tesoro del Garraf’, un botín de monedas islámicas (dirhams) de plata, acuñadas en cecas dependientes del Califato de Damasco entre los años 698 y 745. Es decir, en las primeras décadas de la dominación árabe de la Península Ibérica

La historia del ‘Tesoro del Garraf’, del que se cree que acumulaba 200 monedas, es muy llamativa. En realidad, el acopio de dirhams se encuentra en paradero desconocido, vendido pieza a pieza. La primera noticia que se tiene de esta reliquia data de 1954 y la proporciona un numismático al que un anticuario le llevó las monedas, asegurándole que las había encontrado un payés del Garraf removiendo sus tierras. En la cueva de Can Sadurní se han encontrado hasta siete monedas de plata con idénticas características a las descritas por el numismático. Tesoros de la importancia del de Garraf solo se han descubierto ocho en toda la península y con tal cantidad de piezas solo hay tres, Así que el hallazgo es, en verdad, un auténtico tesoro.

De las excavaciones también se ha deducido que los antiguos pobladores de Can Sadurní cosechaban cereales, en especial trigo y cebada. Una de las técnicas arqueológicas que se utilizan en Can Sadurní es el lavado de los sedimentos con agua, lo que permite que las semillas carbonizadas floten en el agua y se liberen .Con estos restos se ha podido reconstruir reconstruir parte de la vida aquello que cosechaban e incluso el tipo de leña que usaban. “Tenemos que los campos de cereal estaban delante mismo de la cueva, en el llamado Pla de Can Sadurní. Una vez recogida la cosecha y tratadas las semillas, éstas se almacenaban en silos excavados en la tierra como los tres que se han descubierto en la terraza de la cueva (y que aún pueden observarse). Estos silos se perforaban y sus paredes se rebozaban con barro húmedo. Inmediatamente se echaban las semillas en su interior y se tapaba el silo con más barro”, describe el arqueólogo. Y añade. “Esto nos confirma el elevado nivel de sedentarización de la comunidad prehistòrica” que se asentó entorno a la cueva.

Al excavar los silos se han recuperado fragmentos de barro que aún contenían huellas del grano de cereal. Además, se hallaron dos piezas de dos molinos diferentes y un yunque de piedra con pequeños agujeros que aún conservaban dentro malta de cebada. Estos descubrimientos, unidos al hallazgo de una jarra de cerámica, confirman “la presencia de producción, elaboración y consumo de cerveza en el yacimiento hace 6.200 años”, confirma Edo.

El prehistoriador compara el trabajo de la excavación de Can Sadurní con “un libro escrito en tinta invisible, en el que cada vez que se extrae una pala de sedimentos se arranca una hoja del libro que hay que descifrar. Todos los datos que cada palada aporta contiene son las letras de un mensaje invisible”, agrega. Pero matiza: “El hallazgo no es una novela, ni una aventura”, lo realmente importante, después del trabajo que permite encontrar un objeto oculto es “que el arqueólogo pueda reconstruir al máximo lo que sucedió en aquel momento, cuál era la función de la pieza y por qué fue hallada justo en ese lugar”, sostiene Manuel Edo. Es decir, que al excavar, el arqueólogo coloca con cuidado en una carpeta ordenada cada página tratando de reconstruir las frases del libro y con la esperanza de que el el tiempo, el esfuerzo y la paciencia, permitirán leer el libro entero de lo descubierto en cada yacimiento.

La cueva de Can Sadurní es también un reclamo turístico que ofrece visitas guiadas (todos los primeros domingos de cada mes y todos los terceros sábados del mes) en dos turnos de 20 personas (a las 11.00 h y 12:30 h). El recorrido cuesta cinco euros y es gratis los menores de 7 años. También se organizan, fuera de este riguroso calendario, visitas concertadas y para grupos escolares.

Además de la cueva, el paraje también muestra un horno de cal (en la visita se explica su funcionamiento y los oficios que lleva aparejados) o una mina de “sal de llop” (calcita espática). Manuel Edo tiene su propia recomendación: el itinerario del Carst (o El Ferret). En él, pueden contemplarse dos dolinas (depresiones de paredes muy inclinadas, típicas de los terrenos calizos) utilizadas en el Paleolítico como coto de caza, un dolmen de principios del Calcolítico y, la primera sima que se exploró en Cataluña -lo hizo mosén Norbert Font i Sagué en 1898-, una excursión ineludible para todo espeleólogo que se precie. Y todo ello, en pleno contacto con la naturaleza”.

Un lugar perfecto para estudiar

La cueva de Can Sadurní es un lugar donde los alumnos de arqueología -como los de la Universidad de Barcelona (UB)- pueden realizar sus prácticas obligatorias, una asignatura que les permite adentrarse en los yacimientos para aprender técnicas de excavación y el buen uso de los elementos de medición auxiliares: como estaciones de topografia, escalimetros o fotografias.

Pero la cueva traspasa fronteras. Este pasado mes de julio el yacimiento se ha convertido en un campo de trabajo para una veintena de estudiantes internacionales. Los jóvenes participan en “l’Archeology in Garraf: Living prehistory”, un programa impulsado por Fundesplai y el CIPAG que ha retomado la actividad después de la pandemia. En este campamento, los jóvenes voluntarios tienen el objetivo de preservar el entorno de la cueva: preparar los caminos, mantener el espacio limpio, arreglar las piedras y realizar tareas de excavación. Además, con ayuda de profesionales investigadores, interpretan los restos arqueológicos de la cueva y experimentan con diferentes técnicas para reproducir la fabricación y los objetos cerámicos encontrados.

Se trata de un proyecto muy práctico donde se recrea el procedimiento para obtener cerveza a partir del cereal, entre otras actividades. Con estudiantes de entre 18 y 29 años procedentes de Italia, Polonia, Alemania, Francia, Croacia, Hungría, Corea del Sur, República Checa, Turquía, Inglaterra y España, el programa tiene como finalidad acercar las tradiciones y la cultura local al resto del mundo, también fuera de los márgenes de la cueva. Por eso los jóvenes participan en un ensayo con una “colla gegantera”, en talleres de sardanas y en clases de tambores. Una propuesta perfecta para todos los jóvenes que quieran conectar con la geología, la historia, la naturaleza, y la cultura de la zona.

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