Muchas mañanas, me cruzo con un sesentón que corre en calzón corto y camiseta, cerca de mi casa. Su rutina, una marcha ligera, la efectúa desde hace años. Ni siglas de club, ni un equipo de marcas caras. Es un hombre que cuida su salud y humor , haciendo más de los 4.000 pasos recomendados. Sin costosas instalaciones, ni clubes, ni estadios, ni federaciones. El verle evoca mis escasos recuerdos deportivos, patinaje callejero y un poco de esquí; y entre los míos: hay natación libre, ciclismo urbano y una hija portera en un equipo de fútbol. Todos, siempre caminamos, de preferencia al vehículo y procuramos no seguir programas torturantes en pos de la competición y del récord. Evitando así en lo posible las lesiones y las competiciones, a veces unidas.
Por ello, cuando en medio de una trascendental crisis política, se nos ha desviado del gran tema, hacia unos - excesos efusivos- tras un gran triunfo del fútbol femenino. Quisiera participar de la gran sorpresa de muchos ante la ya extrema profesionalización de un pasatiempo deportivo muy bien retribuido, -280.000 euros por jugadora y 28.000 euros por partido-. Son cifras FIFA, más los extras de la RFE, nos dan un notable sumatorio. Sin descuidar las dietas y viajes de familiares y allegados; junto a los pertinentes derechos de imagen.
Sé que tras muchas disputas antiguas; hay una próxima huelga de la liga femenina y el boicot de algunas a la selección española. Se pretenden unas mejores retribuciones, como objetivo central. El efecto imitativo que tendrá esta pugna sobre las categorías modestas, será importante en cuanto a fichas y sueldos de los jugadores-as noveles que entran en el mundo federativo del deporte regulado.
Bajaré a ras de suelo y tiraré desde el ámbito local, sobre una serie de irregularidades en la gestión deportiva básica. La primera, será la última decisión de trasladar el cuartel a las pistas de atletismo “Constantino Miranda”, sin explicar mucho más.
Muchos recordarán la obsesión de la primera democracia socialista municipal en dotar de polideportivos, estadios y rotondas a la mayoría de ayuntamientos. En Sant Boi un concejal del tema “sembró” de someras construcciones deportivas la ciudad. Endebles, con defectos constructivos evidentes- dos techumbres de polideportivos volaron en días de fuerte viento-. También la tragedia (cuatro niños muertos) del túnel de bateo del béisbol en 2009 con un viento de 120 km/h que evidenció la falta de cimentación de la instalación, entre otros defectos. Hubo sentencia contra dos técnicos municipales inculpados.
Mientras tanto, el estadio de fútbol con aluminosis y fallas graves, tardaba 30 años en resultarle útil a la afición futbolera. ¿Contratistas turbios? También, eclosionó una escuela de fútbol juvenil privada, que cerró con estafa a los padres contribuyentes.
Coincidía todo con los breves períodos de mando de los presidentes del FC Santboià: con un promedio de año y medio. Todos huían del cargo. Casi siempre por sus malas decisiones de caros fichajes para ascender de categoría aún con sus magros recursos. Pero recurriendo al final a las generosas aportaciones del ayuntamiento para cerrar los balances y desaguisados de gestión.
Uno de los últimos fue tener una hinchada plantilla de jugadores y colaboradores diversos; pero sin liquidarles las TC-1 y TC-2 a la Seguridad Social y Tributos durante años, generando un pufo de 722.000 euros y pagando el ayuntamiento. 130.000 euros y avalando un programa de reducción de deuda de 11.000 euros/mes. El club con 40 equipos, tiene solo 120 socios. El desenlace se prevé claro: el ayuntamiento enjuagará la deuda a buen seguro.
Habría que purgar la estructura federativa española, catalana, y santboiana porque el deporte y el fútbol en particular no debe continuar teniendo patente de corso para los desafueros económicos. Un jugador en ciernes de calidad, ahora cobra desde 230 euros/mes, pero también cobran los árbitros, monitores y entrenadores.
Y cuando se asciende por la cucaña de lo que es una industria del espectáculo deportivo, se encarecen los fichajes, abundan los “ojeadores” e intermediarios y lo peor de todo son los abandonos escolares y formativos en adolescentes. Los padres, directivos y entrenadores pelean por la consecución de fichajes cuantiosos, traspasos y contratos excluyente, cierran los ojos y piensan en Messi, Ronaldo o los Gassol.
Al hiper-profesionalizarse tanto la práctica deportiva, es cuando ocurren los trucajes en arbitrajes, caso Negreira (ocho millones de euros) y crecen las cifras estratosféricas para fichar a jugadores “geniales”. Eso ocurre en un país pobre que tiene una de las Ligas más poderosas de la FIFA, en base a dinero “negro”, subvenciones y elusión fiscal de las grandes figuras. ¿Nos vale la pena seguir con tanta mugre? ¿No es mejor el sano deporte de base sin condicionantes materiales, ni federativos?