Pere Rovira

La justicia, la verdad y el bien común

Mossèn Pere Rovira | Viernes 06 de octubre de 2023
Hace unos días leí dos noticias que invitan a la reflexión y que creo que es un buen termómetro de la realidad cultural y política en la que esta Europa envejecida ha claudicado.

Primera: En Berlín se convocó una manifestación para defender aquellas personas que se consideran transgénero. Renuncian a su realidad humana para convertirse en “perros”, es decir, mediante una escenificación patética (ladraban e iban a cuatro patas) reivindicaban su derecho a elegir a qué especie pertenecen. Esto no es una anécdota que suscite una respuesta cómica; es el fruto de una cultura que se va extendiendo basada en una ideología que se nos quiere imponer. Discrepar es signo de intransigente y antiprogresismo, es ir contra la libertad del individuo. El sexo y la naturaleza quieren convertirla en un reduccionismo puramente cultural. ¿Alguien se ha preguntado si estos manifestantes necesitan alguna ayuda o soporte psicológico?

Segunda: Unos jóvenes han utilizado una aplicación para manipular en las redes sociales a unas chicas conocidas y presentarlas desnudas y en actitudes pornográficas. Dicha exposición ha destrozado a estas jóvenes y familias que han visto como estos “energúmenos” han utilizado sus fotos para convertirlas en un espectáculo denigrante a su dignidad. Han surgido debates televisivos con expertos de toda índole, pero casi ninguno a manifestado el caldo de cultivo donde se genera esta cultura hipersexualiada: niños que a partir de 8-9 años tienen acceso a la pornografía mediante los móviles que sus padres les compra.

Estas dos noticias tienen un referente común que se complementan: la banalización de la sexualidad. En el primer caso la sexualidad (ámbito natural) se define por la ideología de género de moda y en el segundo la sexualidad como cosificación de la mujer. Ambas se generan desde y por intereses ideológicos que no son conscientes del daño que ocasionan, sobre todo a los más desprotegidos.

Nos imponen una visión unívoca e inamovible sobre la persona, no legislan contra estos lobbies pornográficos (gran poder económico) y criminalizan las voces críticas y discrepantes. III

“Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa” (Montesquieu, filósofo francés).

“Que nadie se haga ilusiones de que la ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz sino viene acompañada de equidad, verdad, solidaridad, y justicia” (San Juan Pablo II).

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