La Policía Local de Sant Boi no está sola por las noches. Cuenta con la ayuda de siete personas que velan hasta entrar en la madrugada por la tranquilidad de los vecinos.No son agentes. Más bien son una versión 2.0 de los ‘serenos’ del tardo-franquismo en pleno siglo XXI, al mejorar la percepción de seguridad y convertir cada rincón del municipio en un espacio protegido. El Servicio Comunitario Nocturno arranca el martes a las 20:00 horas, cuando tres mujeres y cuatro hombres se reúnen en la comisaría para empezar a patear cada rincón de la ciudad. Reconocerles no cuesta mucho trabajo gracias a su indumentaria, caracterizada por unos chalecos reflectante de color naranja. Una vez ataviados y protegidos del frío en pleno invierno, la Policía Local los divide en parejas y un trío para realizar cuatro rutas de vigilancia por los barrios de Sant Boi. Entonces, Esther, Jordi, Marisa, Pablo, Santiago, Gemma y Fernando cogen sus walkie-talkies y salen a la calle, expectantes por las incidencias que pueden encontrase hasta las 03:00 horas.
“Nos reconocen para lo bueno y para lo malo.La mayoría se sienten muy a gusto y tranquilos. Ayudamos a los vecinos y damos consejos, pero si encontramos algún problema llamamos de inmediato a la Policía”, explica uno de los protagonistas, encargado de realizar tareas de prevención, información y acompañamiento durante las noches, con el objetivo de atender las necesidades de la ciudadanía y detectar incidencias en el espacio público.
El proyecto es una “apuesta” del consistorio que fortalece la seguridad en todos los ámbitos, incluido el de la perspectiva de género. Precisamente, una de las funciones más destacadas es el de acompañamiento puntual a personas, que se puede pedir con antelación y está enfocado a mujeres que estén solas, les sea difícil desplazarse o tengan limitaciones.
“Tampoco podemos hacer de guardaespaldas, pero damos esta pequeña cobertura”, explica Cristina Muñoz, la regidora de Policía Local del Ayuntamiento de Sant Boi, sobre una labor que los ‘serenos’ ya han puesto en práctica tras dos meses haciendo más de 15 kilómetros diarios en sus siete horas de servicio: “Encontramos a una chica que estaba llorando en un portal. Debería tener 18 años y estaba muy afectada, por lo que estuvimos interactuando con ella y preguntándole qué necesitaba. Suponemos que fue una pelea y la acompañamos a casa”.
Cada noche es un mundo, con más o menos incidencias, pero ellos siempre están disponibles para ayudar a todo aquel que lo necesite. “Cuando ves a una chica joven paseando con el perro intentas estar a su alrededor para que se sienta protegida. Nada más vernos, notan esa protección e intentas moverte por la zona”. Son los ojos de la noche. “La Policía es reactiva. Vamos y lo solventamos, aunque también dedicamos tiempo a la prevención. El Servicio Comunitario Nocturno detecta el desorden de la vía pública e intenta comunicarlo para transformarlo en orden”, apunta José Manuel Domínguez, Subinspector y Coordinador del Servicio de Policía Local. De momento, la tarea nocturna que realizan ya ha permitido recoger un total de 378 incidencias entre diciembre y enero, principalmente en atención al ciudadano (168), abandono de muebles (42), averías en la luz (32) y en el mobiliario urbano (11) o acompañamiento (15), entre otras.
“Ya estamos curtidos. La gente nos ayuda y muchos jóvenes nos preguntan: ¿qué son los serenos?”, explican a El Llobregat sobre su día a día, aunque en plena noche. “Ven más 16 ojos que dos o tres y lo que estamos viendo realmente es un pueblo muy tranquilo. A veces hasta piensas que demasiado”. Pese a ello, la rutina también les ha hecho vivir algún momento más complicado. “Incidencias graves solo hemos tenido tres. Una de ellas era una pareja peleándose y tengo que reconocer que me equivoqué y quise mediar”, lamenta uno de los ‘serenos’, quien aviso a la Policía para solventar el problema. “Se pegaban el uno al otro. Cosas así te puedes encontrar, pero no es lo más habitual”. Un tipo de incidente, en el que el Servicio Comunitario Nocturno tan solo debe avisar a la Policía Local de Sant Boi, manteniendo un contacto directo mediante la app de Seguridad Ciudadana M7. “Tienen que ser nuestros ojos, pero no queremos que hagan de Policía, sino de una persona que está vigilando y nos ayuda para complementar nuestra labor”, corrobora uno de los agentes de la comisaría.
Durante el fin de semana no tienen permitido pasar por las zonas de ocio de la ciudad. “No queremos que se metan en problemas y tengan un enfrentamiento con nadie”, señala Domínguez. No obstante, la presencia lejana de los ‘serenos’ surte efecto para reducir actos incívicos. “Funciona hasta con el botellón. Nos ven y bajan el volumen, pero cuando pasamos ya lo vuelven a subir”. Hay días que no tienen incidencias, pero su presencia diaria ha permitido a los vecinos reconocerles y entablar una relación cordial con ellos. “Si no hay nada, pues mejor. Acabas el servicio contento, pero siempre hay ciudadanos que nos explican hasta sus temas personales”. Uno de los lugares donde aprovechan para dar a conocer mejor la función de los ‘serenos’ son las paradas del autobús. “Se relajan un poco. Una mujer nos paró para felicitarnos. Le comunicamos qué es lo que hacíamos y nos comentó que por la noche iba más segura y podía descansar mejor gracias a nuestra presencia”.
Aunque a veces, el cargo que ocupan da pie a confusiones. Y también a las bromas. “Unos chavales de 16 años nos habían visto desde hace días y les picaba la curiosidad. Un día se acercaron y nos preguntaron qué éramos nosotros. Les dije que extraterrestres, pero que veníamos en son de paz. Se quedaron un poco parados”, recuerda uno de los ‘serenos’, que siente el respeto tanto de los más grandes como de los más pequeños, con los que “tampoco” pueden ‘ir a saco’. “Todos hemos sido jóvenes y simplemente les informamos para que se porten bien y que no se metan en follones”. Un trabajo que les reconforta, al servir de utilidad en su ciudad y que ponen en valor desde el consistorio. “Esa parte de proximidad, la dan y es un pilar fundamental. Hablan con el vecino y saben derivar a los agentes”, destaca la edil de Policía Local.
Tres meses de servicio, que les ha permitido vivir todo tipo de anécdotas, aunque admiten que los inicios fueron duros. “Estábamos en 20 kilómetros por día. No estábamos acostumbrados”. A pesar de ello, la rutina les ha permitido mejorar su condición física. “Pensé que no sería capaz de aguantar siete horas andando. Pero no solo aguanto, estoy mucho mejor. Mi agradecimiento es inmenso. En mi casa me encuentran mejor. Estoy hecho un ‘chiquillo’”.
Una vez llegan las 03:00 horas de la madrugada, los trabajadores finalizan su jornada laboral, que se extiende de martes a sábado, aunque este último día el servicio empieza y acaba una hora más tarde. “Un día paseando escuchamos unos gritos: ‘Mira los chivatos de la noche’. Saben que estamos ahí. Normalmente, no te dicen nada, tan poco te acercas. Simplemente, te dejas ver”. III
“Estábamos en el momento adecuado” |
“La primera situación en la que actuamos fue un accidente de moto, que se llevó por delante a un menor. Socorremos y estuvimos allí. Intentamos que parasen los coches porque la persona no se podía mover. Llamamos a la Policía y también vino la ambulancia. Estábamos en el momento adecuado e íbamos caminando y podíamos acercarnos”, culminan. Patrullan a pie (entre 15 y 20 kilómetros diarios), aunque también tienen la opción de moverse en transporte público. “Hay un convenio y pueden coger el autobús de un sitio a otro. Nos interesa que también tengan el contacto con los pasajeros que suban”. También con los conductores. “Han tenido algún conflicto y también han estado agradecidos por la presencia del Servicio Comunitario Nocturno”, explican fuentes municipales. III |