En nuestra comarca, el malestar campesino, -está en máximos-, en vigilias de la gran manifestación en Madrid de la Unión de Uniones, a la que se adhiere la UP catalana. Es bueno tomar ánimos visitando una microbodega: el “Celler Batzachs” de El Papiol.
Allí, la enóloga Anna Estruch ha embotellado sus 500 botellas de vino de 14º, en dos variedades -de tinto y blanco-, cosechado en sus tres hectáreas de “Cal Manyá” con cepas de garnacha blanca y garró.
Estamos en sequía y sin embargo con un mínimo de riego la nueva cosecha avanza hacia una incierta y adelantada vendimia. Hay que adaptarse al cambio climático y la viña hasta 1890 con la plaga de la filoxera, estaba en nuestra comarca en terrenos difíciles.
Ahora Anna, en un intento voluntarista pero con conocimientos y una inversión de su peculio, aspira a doblar su producción , alcanzar las 1.000 botellas de producción propia. Hasta ahora restaurantes de prestigio, ya le son clientes, más los vinos de encargo y la venta directa ayudan; porque el concepto micro está cundiendo en el mundo vitivinícola: la microproducción, y la microcomercialización, el boca oreja a nivel local y las redes funcionan.
¿Dónde nace el desafío? Basta ya de vino recogido con hojas, polvo, insectos, podredumbres y excesos azufrados que se estabilizan y manipulan con aditivos químicos. Para lograr lo auténtico con precio moderado, -Jean Luc Thuvenin-, creó el llamado vino de garaje, con media hectárea y medios muy modestos, logró un vino que encantó al gran crítico Parker. Habían nacido los vinos de garaje, como en Silicon Valley, nacieron los micrordenadore,s también en los garajes de sus ingeniosos residentes.
Los vinos garajistas, de producción limitada y con compromiso socio-ambiental , se están afirmando como competitivos vinos de alta calidad, tal vez sean proyectos pequeños; pero hasta el mitificado “PINGUS” nació en un garaje de la Ribera del Duero y ahí está ahora tan prestigiado como caro.
Anna Estruch, es la nieta que vuelve a la tierra de sus mayores, pero con conocimientos y valentía. Sus abuelos proceden de dos pueblos con castillo, el de Gélida , Siglo X (semi-arruinado) y el de El Papiol (del mismo siglo) que aún se yergue con todo su esplendor y con descendientes directos.
Allí con dificultades pero con ilusión, la viticultora Anna Estruch, ha echado el ancla en El Papiol, con un proyecto contrastado y meditado profesionalmente; desde Australia, hasta Chile, pasando por Burdeos, Lérida y Avinyonet. Ha vencido a la burocracia agraria, sin subvenciones y ahora espera con calma y reposo, como sus vinos en las nuevas barricas de roble, que estos sean conocidos en la comarca y pueda significarse a El Papiol como una nueva avanzadilla del viñedo en las tierras del Baix Llobregat. Todo eso en un agitado y seco “febrerillo loco” que trastorna en especial a los cultivos de regadío propios de nuestra comarca.Y con los inconvenientes de la fauna descontrolada: jabalíes, conejos y torcaces. A los que nadie mantiene en su hábitats con censos adecuados.
Y con los anuncios de una masiva marcha campesina sobre Madrid y la insensibilidad de un Gobierno hacia la agricultura.