Nos hemos metido de cabeza en la que seguramente es la peor sequía de la historia de L’Hospitalet y del Baix Llobregat (y del resto de Cataluña) y no disponemos a día de hoy de las herramientas imprescindibles para hacerle frente y garantizar el suministro de agua no solo a los hogares sino también a una sedienta agricultura y a la industria. Y estas carencias tienen un responsable directo: la falta de previsión y de inversiones de la Agència Catalana de l’Aigua (ACA), o lo que es lo mismo: del Govern de la Generalitat de Cataluña, que lleva más de un año viéndolas venir (como si no fuera con él) y sin tomar cartas en el asunto. Seguramente, esperando que en el último momento llueva, como en la anterior sequía de 2008, y las precipitaciones abran los grifos y sumerjan en el olvido una inconcebible falta de inversión y una nefasta gestión de los recursos hídricos.
No hay milagros ni varitas mágicas. Solo buenas o malas políticas y políticos. Porque el problema no viene de ahora. Las sequías son inherentes al clima mediterráneo, son cíclicas y en algunas ocasiones como en 2008 -o como desde hace tres años- tan intensas y dramáticas como previsibles. Nos enfrentamos a meses muy duros si no rompe a llover con ganas y no hay sobre la mesa ninguna solución efectiva que pueda materializarse antes del año 2027. Terrible. Y eso que en mayo del año pasado este mismo editorial clamaba por “una gestión adulta de la sequía” (que ni siquiera se ha planteado) y alertaba de que todavía podía ir a peor si no se hacía nada y los pluviómetros seguían bajo cero, como al final ha ocurrido.
El panorama es desolador. Pero mi con esas. Desde hace un año los municipios están pendientes de recibir unas ayudas “extraordinarias” de la Generalitat para sufragar proyectos para paliar la falta de agua, administrarla mejor y frenar la sequía y no disponen de ellas por pura desidia burocrática. Y así con todo. La patronal de PIMEC asegura y confirma que “se ha perdido un año”. Pero hay otros interlocutores sociales -como la mismísima patronal de los payeses- que están convencidos que se lleva perdiendo el tiempo y mareando la perdiz desde que hace 40 meses dejó de llover. Es más, incluso piensan que la administración catalana y el ente gestor del suministro del agua llevan con los brazos cruzados desde que las celestiales lluvias del 2008 dieron por concluido el anterior periodo de secano total.
Y como en los crímenes peor ejecutados las pruebas delatan a los responsables de este desatino. Con la soga de la sequía de 2008 en el cuello, el entonces Ministerio de Medio Ambiente (ahora Miteco) encargó con carácter “de urgencia”, y con cargo de cofinanciación a los fondos europeos- dos infraestructuras en Sant Boi concebidas para luchar contra la sequía: una desalobradora (que eliminara la salmuera del agua de la depuradora del Baix Llobregat para usos agrícolas) y una balsa de riego de gran capacidad donde almacenar esta agua para los momentos de carestía. La desalobradora se construyó y en 2009 ya estaba en perfecto estado de revista y lista para ponerse en marcha. Pero, inexplicablemente (nadie es capaz de decir a ciencia cierta qué ocurrió) las campanas al vuelo del final de la sequía, fueron su perdición porque no ha llegado a estrenarse. Ahí sigue, sin uso 15 años después con el bochorno general que supone haber despilfarrado los 13 millones de euros que se anuncian en el cartel del proyecto que aún se mantiene en pie. La balsa de riego ni siquiera se acabó y dormita, víctima del deterioro más obsceno, cada día que pasa, en el polígono industrial de les Salines mientras los cultivos del Parc Agrari están sedientos. Vergonzoso.
Estas dos obras caídas en desgracia pueden entenderse como una metáfora de las políticas hidrológicas y la falta de previsión reinante en la lucha contra las repetitivas sequías: solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, y cuando deja de tronar… a otra cosa, mariposa. Si te he visto, sequía, no me acuerdo. Pero la sequía no olvida, ni perdona, y siempre vuelve. A las pruebas nos remitimos.
La patronal AEBALL habla de exigir responsabilidades cuando todo esto acabe o antes incluso si fuera posible. La razón le asiste, porque no es de recibo que hayamos vuelto a tropezar en la misma piedra que en 2008 y todavía se haya tardado más en quitarse la venda de los ojos y, por lo tanto, en tomar medidas, en afrontar que la inacción y las rogativas no solucionan nada y que hay que ponerse manos a la obra, pero ya, con agravante de que esta sequía es todavía peor que la de hace tres lustros. . Y El tiempo corre en nuestra contra. Sobre todo, el buen tiempo (climatológico) porque no se avistan nubes de tormenta en lontananza. Solo cabe desear, como dice la canción infantil, “que llueva, que llueva”, cuanto antes, mejor. Y cuanto más (sin causar daños), mejor. O las vamos a pasar canutas. Advertidos estamos. Alguien tendrá que rendir cuentas si esto no acaba bien.