José Ángel Carcelén

Una Semana Santa libre y plural

José Ángel Carcelén | Sábado 02 de marzo de 2024
Cada año, nuestro país sucumbe al embrujo de la Semana Santa.

Y también cada año se reaviva el debate sobre si se deberían rebajar o no las connotaciones religiosas de una celebración impregnada de catolicismo para evitar agravios comparativos con otras comunidades y colectivos.

Pero ese debate pierde gran parte de su sentido cuando comprobamos que más que ninguna otra tradición cuyo origen se remonte a la Edad Media, la Semana Santa ha evolucionado en las últimas décadas hasta convertirse en una torrencial confluencia de manifestaciones artísticas, gastronómicas y de cultura popular, así como en un importante fenómeno turístico y vacacional.

Esa condición diversa, rebosante de formas y significados, hace que estemos frente a un evento con méritos suficientes como para ser considerado parte de nuestro patrimonio cultural. Es bajo esa consideración, y no desde una lectura simplista que la reduce a mera manifestación de fervor religioso, que la Semana Santa cobra todo su sentido.

Bajo ese prisma, reluce tanto como bien cultural material por la riqueza de sus expresiones artísticas (pensemos en el esplendor de toda esa imaginería barroca o en la singularidad de la saeta) como también inmaterial por el gran valor etnográfico de sus procesiones. No en vano la Semana Santa fue declarada en 2017 Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial.

La Semana Santa es por tanto un fenómeno plural que ha sabido trascender su sentido religioso original para ser adoptado por la ciudadanía como genuina expresión de una cultura propia. Y en tanto que fenómeno plural, libre para ser vivido tanto desde la fe o la espiritualidad como desde la pura experiencia estética y comunitaria. Y es así, plural y libre de dogmatismos, como la queremos.

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