La celebración de esta festividad representa valores como el respeto, la solidaridad, el sacrificio y la esperanza en la vida eterna que están profundamente incorporados en una gran parte de nuestra sociedad.
La Semana Santa es por lo tanto una ocasión para celebrar la fe y la religiosidad pero también representa unos días de unión y de convivencia, de compartir con personas de diferentes edades, de diferentes clases sociales y de opiniones políticas distintas, una tradición que además de religiosa es una expresión cultural única que atrae a personas de todo el mundo y supone un atractivo turístico de nuestras ciudades y pueblos. Por lo tanto, la Semana Santa es también un importante estímulo económico que genera empleo cada año.
Pero sobre todo es una festividad arraigada en nuestra identidad y en nuestras tradiciones y no debemos permitir que la politicen y la utilicen con fines partidistas.
No debemos consentir que la conviertan en un motivo más de confrontación cuando precisamente es una festividad, que en el actual contexto político y social, puede ser una vía para fomentar la paz, el respeto y la tolerancia.
Querer cambiar el nombre a la Semana Santa por ‘vacaciones de primavera’ es pretender reducir una festividad que debe ser respetada y valorada, no solo por sus connotaciones religiosas, sino también como parte del patrimonio cultural y turístico de España y que nada tiene que ver con el período estacional en el que se produce porque va más de una simple fiesta primaveral.
Dejemos los nombres como están, no creemos polémicas donde no las hay y dejemos que cada uno la celebre a su manera, pero preservando y promoviendo estas tradiciones como una forma de mantener viva la historia y las raíces culturales de nuestro país.