"Y tú, qué quieres ser de mayor?" ¿A quién no le han hecho esa “inocente” pregunta en algún momento de la etapa infantil?
Está claro que generalmente se hace con la intención de establecer un acercamiento a la criatura, con motivo de la visita de unos amigos de la familia o cualquiera que, a falta de mejor opción, busque una educada aproximación al infante en cuestión.
Pero, al margen de lo anecdótico de la pregunta en ese contexto, no se puede obviar que tal interrogante pasa a ser, en no pocas ocasiones, una de las preocupaciones e inquietudes vitales de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, que tienen pendiente contestarse a sí mismos sobre la trascendencia de la decisión que han de tomar: ¿Qué quiero ser? Para muchos la falta de respuesta se convierte en un problema generador de preocupación, inseguridad personal y, en algunos casos, una obsesión que invade su mente hasta ocasionar conductas que requieren de la ayuda del entorno y de especialistas que orienten al indeciso en la búsqueda de su futuro profesional intentando compaginar que lo deseado combine con lo conveniente: es decir, vocación sí, realismo también.
Hubo épocas, no tan lejanas, en que tal decisión no generaba ninguna preocupación. El individuo estaba predestinado a seguir la tradición familiar, si existía algún oficio como tal en la familia, y con ello se sustanciaba el enigma: carpintero, zapatero, albañil, campesino…y a las niñas, salvo contadas excepciones, ni tan siquiera se le planteaba la decisión sobre su futuro laboral: esposa, madre, vamos, lo que se entendía de forma genérica como “sus labores”. Parece que estemos refiriéndonos a la prehistoria o muchos siglos atrás, pero esa era una realidad en la sociedad hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.
Decía Cicerón que “lo mejor es que cada cual se entregue a la práctica de aquella profesión que conozca bien” … pero hay que encontrar primero esa profesión para poder ejercerla con maestría.. Un gran triunfador de nuestra época, Steve Jobs, reflexionando sobre la dificultad de encontrar la respuesta a la trascendental cuestión para nuestro futuro, nos sugiere por fin una vía para llegar al objetivo: “La única forma de sentirse satisfecho es hacer un gran trabajo y eso solo es posible amando lo que haces. Si aún no lo han encontrado, sigan buscando, no se detengan.”
REGINA RODRÍGUEZ SIRVENT (Puigcerdà, 1983) escribe LES CALCES AL SOL (La Campana, Penguin Random House, 2022) y pone a su protagonista la difícil tarea de resolver el dilema que plantea la inocente pregunta que niños y niñas resuelven sin mayor problema: piloto de carreras, futbolista, médico, astronauta, superhéroe…ningún reparo al responder. Lo tienen claro. Quién no estaba muy satisfecha con su elección es la propia Regina Rodríguez Sirvent; graduada en Psicología, en la especialidad de estudio de mercados, tuvo suficiente con un año para darse cuenta que no era lo suyo. Y allá que se fue, mundo adelante, para intentar encontrarse y hallar su propio destino vocacional.
Esta es la misión que le encomienda a Rita Racons (¿su alter ego?) a la que envía a Estados Unidos para ser la canguro de una acaudalada familia en Atlanta. Su objetivo es aprender inglés (la única asignatura que le falta para acabar la carrera de Psicología) al tiempo que intentará hacer realidad lo que le dijo su iaia al despedirse: “Tú no eres una viajera, mi niña. Tú te vas de viaje porque te vas a buscar”.
Y acompañada de Bini, Eva y Aksel (los hijos de Fulbright y Hanne) se sumerge en la vida americana sin reparar en límites ni ponerse filtros. Rita Racons va ¡¡¡ a por todas!!! y nos deja que la acompañemos en un recorrido absolutamente refrescante, lleno de momentos impagables por la espontaneidad y atrevimiento de la protagonista, con escenas disparatadas e hilarantes, no exentas de ternura y emociones a flor de piel, que hacen de Les calces al sol una experiencia lectora que recomiendo encarecidamente a l@s lector@s empedernid@s. III