Pere Rovira

La casta política ¿es inevitable?

Mossèn Pere Rovira | Sábado 08 de junio de 2024
Con preocupación percibo en la población una cierta desafección ante la expresión democrática por excelencia: VOTAR. La política se está convirtiendo en “el paraíso de los charlatanes”, George Bernard Shaw (1856-1950), escritor irlandés.

El problema de la política se encuentra en aquellos que la quieren ejercer, en sus motivaciones o en su interpretación de lo que entienden por “servicio”.

Los políticos son fiel reflejo de los valores que la sociedad alimenta día tras día en todas las relaciones interpersonales. “La política ha dejado de ser una política de ideales para convertirse en una política de programas”, Enrique Tierno Galván (1918-1986), político e intelectual español.

Los políticos se alejan de los problemas reales porque se están convirtiendo en “altavoces” de los intereses del “partido”, que es lo mismo que decir que predomina el “tacticismo” electoral por mantenerse en el poder.

La transformación del poder político debería orientarse más a la formación de unos valores éticos comunes y universales, en la dirección del “bien común”; más que convertirlo en el bien supremo: “Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca”, Benedicto XVI (1927-2023), Papa de la Iglesia Católica. Dicho en otras palabras, la política se disfraza a menudo de la nueva religión.

Ante la ausencia de Dios en el devenir de la política, el hombre busca aferrarse al poder fabricándose unos dioses hechos a su medida. La política sin principios morales es de altísimo riesgo, la realidad tozudamente nos lo hace presente: guerras, hambruna, amplios sectores de la población excluidos, grandes y gravísimas desigualdades... Los políticos, en muchas ocasiones, miran al otro lado sin implicarse. Se combate la guerra con más guerras, se combate las desigualdades con mayores injusticias, se combate el derecho a vivir con legislaciones que la atacan…

Una cierta dosis rebeldía e inconformidad no fundamentada en el odio, no nos iría mal: “La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer”, Victor Hugo (1802-1885), novelista francés.

Todas las ocasiones electorales podrían ser el comienzo del “basta ya”, no tanto ideológico o panfletario sino correctivo. No tengamos miedo a defender la “verdad y la justicia”, los frutos ya vendrán. III