Pere Rovira

El fanatismo y la intolerancia ganan terreno

Mossèn Pere Rovira | Sábado 06 de julio de 2024
Observo con preocupación como la tolerancia y el respeto al que piensa diferente, al discrepante ideológico o moral o a la voz discordante con lo políticamente correcto está siendo atacada duramente por aquellos que deberían protegerla y promocionarla.Los políticos y los periodistas se están fanatizando de forma alarmante.

La imagen patética que se ofrece en el “foro” por excelencia para el diálogo y el respeto institucional como es el Congreso de Diputados es un ejemplo de la cultura que está generando. A falta de argumentos y propuestas, casi todo se resume en burlas, ironías y provocaciones.

Los problemas reales de la población no son prioritarios, los debates se convierten en una pantomima; las cuestiones que se pueden plantear no son respondidas sin ocasionar por ello el menor de los “sonrojos” de parte de los protagonistas.

En la línea de lo anteriormente expuesto, destaco una entrevista que se realizó a un famoso escritor de parte de un periodista. Se le preguntó: ¿cómo era posible que un hombre tan preparado, intelectualmente dotado y con prestigio en el ámbito cultural podía creer en Dios? La respuesta fue lapidaria: por esa misma razón, me pregunto y busco, me interrogo sobre lo observable. Este periodista dio a entender que la creencia y la intelectualidad son casi incompatibles.

El hombre creyente es, al mismo tiempo, un buscador de la verdad. No se deja arrastrar por el criterio tan generalizado de que todo es “suerte o azar”. Tristemente, en la sociedad actual estamos anulando la capacidad de preguntarnos, de interiorizar o de admirarnos.

La tolerancia y el respeto hacía el creyente en Dios también refleja el grado de salud de la convivencia democrática. Escucho muchos comentarios ofensivos ante cualquier expresión religiosa, sobre todo cuando el sujeto es la Iglesia.
Da la sensación que hay personas o grupos de presión que se sienten cómodos con la generación de una “crispación agresiva”, unos “enfrentamientos interesados” o unas “etiquetas descalificantes”.

¿Dónde está el respeto a la vida y al ser más indefenso, si legalizamos como derecho el aborto y, especialmente, a chicas menores de 16 años sin consentimiento paterno? Los silencios mediáticos y también políticos les hacen ser cómplices del gran fracaso, matar un ser humano en su estado inicial, justificándolo como “progreso y libertad”. III

“El respeto a la vida es fundamento de
cualquier otro derecho, incluidos los de la libertad” (San Juan Pablo II)

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