Casi toda una generación, los nacidos a partir de la década de los 90, nacieron con las redes sociales y por lo tanto las usan con asiduidad y se mueven en ellas con total facilidad. Se sienten cómodos con ellas, pero encierran un grave peligro.
No somos prohibicionistas o alarmistas en cuanto al uso de los dispositivos o al uso de la tecnología, ni mucho menos, pero sí que creemos que se tiene que utilizar de manera responsable y que debemos tomar medidas para proteger a los niños y adolescentes en el mundo virtual.
Estamos ante un asunto en el que todas las fuerzas políticas debemos ponernos de acuerdo e ir de la mano. Entre todos debemos detectar y actuar con mayor agilidad ante los ciberdelitos contra menores en Internet y en redes sociales. Hay que dotar a las unidades especializadas de la Policía y la Guardia Civil para que dispongan de más medios y tengan más formación para combatir esos delitos con mayor diligencia, establecer nuevas penas para quienes creen o difundan imágenes o voces falsas con herramientas de IA. También trabajar en la especialización de los abogados que apuestan más por un servicio de información y acompañamiento, y con los médicos y pediatras quienes pueden detectar los usos problemáticos de la tecnología dentro de las revisiones periódicas que realizan.
No hablamos solo de mal uso de las redes sociales, el problema va más allá, porque hay determinadas conductas que pueden ser constitutivas de delito. Tenemos datos escalofriantes que demuestran que tres de cada cuatro niños y adolescentes se han visto envueltos en una situación de violencia sexual mediante dispositivos electrónicos.
Quiero recordar que, ante esta realidad, el Partido Popular en el Congreso presentó un anteproyecto de Ley para la protección de los menores en entornos digitales y que fue una semana después cuando el gobierno presentó la suya. Además, hace tiempo que pedimos que se aplique la Ley General de Audiovisual, aprobada vigente, que establece el etiquetado de contenidos y la clasificación por edades, pero no se está haciendo.
Aunque parece que finalmente el Gobierno se ha puesto las pilas hay que entender que no se puede circunscribir los peligros del entorno digital en menores solo a contenidos pornográficos, sino que esto se tiene que abordar desde una perspectiva mucho más amplia. Desgraciadamente ahora el acoso escolar se traslada a los móviles, por lo que todo esto hay que abordarlo también desde el punto de la salud mental. La introducción de los móviles en los menores a edades muy tempranas tiene consecuencias ya que no saben usarlo de manera responsable.
Las redes sociales dificultan las relaciones interpersonales, la comunicación, genera inseguridades, falsos mitos, y crean expectativas irreales que pueden llevar a la frustración y a la baja autoestima. Desconecta de forma invisible del entorno social y toda búsqueda se realiza a través de las redes, incluidas las posibles soluciones para la vida diaria.
Tenemos entre todos una gran responsabilidad porque las vidas presentes y futuras de nuestros menores y nuestros adolescentes dependen de las decisiones que tomemos hoy para protegerlos. III