Xavier Pérez Llorca

II. Sobre el proceso de unidad socialista en Cataluña - Jirones de la Transición, de Javier Pérez Llorca

(Publicado en Debates, 12 de marzo 2018)

X. Pérez Llorca | Miércoles 17 de julio de 2024
En 1977, tras la legalización del PSOE, la Federación Catalana, las Juventudes Socialistas y UGT, recibimos un aluvión de afiliaciones en Cataluña. En marzo, convocamos el primer congreso de las juventudes y yo resulté elegido primer secretario. Entre esa fecha y la del congreso de unidad socialista (julio de 1978) trabajamos a destajo constituyendo agrupaciones locales: recuerdo la dedicación de muchos, entre ellos Manuel Pérez Galé, Carlos Elias Llop, José Luis Hernandez o Ferran Daroca. En toda Cataluña encontrábamos colaboración, fuera en Flix con los hermanos Sánchez Cervelló o Bellvitge, con Enrique y Ricardo Ortiz. Se incorporaron muchísimos jóvenes; algunos de ellos, pasados los años, tendrían brillantes carreras políticas: ese mismo año 1977 se afilió Pere Navarro Morera; un año después, Miquel Iceta Llorens (proveniente del Partido Socialista Popular); los dos llegaron a ser primer secretario del PSC.

La unidad socialista en Cataluña es una historia de éxito. Pero, como toda gran obra, se construyó atropellando sentimientos y personas.

Los militantes que proveníamos de la Federación Catalana del PSOE y los del PSC©, por regla general, teníamos trayectorias personales alejadas. No solo era un problema de castellano o catalano parlantes, que también; a las diferencias por origen familiar, se sumaban otras: lugar de residencia, nivel de estudios, renta, actividad laboral y formación política. Por ese motivo, conseguir unificar a todos los que se proclamaban socialistas en 1978 en una sola organización catalana, fue un éxito histórico.

Pero, para conseguirlo, se postergó a demasiados militantes de primera hora. Poco a poco se fue relegando a los cuadros provenientes de la Federación Catalana del PSOE, prescindiendo de muchos en la representación institucional del nuevo partido. Desde 1982, cuanto más crecía en poder institucional el PSC, menos cuota de representación se asignaba a quienes procedíamos de la Federación Catalana del PSOE. La imagen institucional del PSC quedó monopolizada por los Serra, Maragall, Obiols, Nadal, Geli, Mascarell, Tura y tantos otros apellidos de abolengo catalanista. A estas alturas, convendría reflexionar sobre si esa era la clase dirigente del PSC que mejor podía representar a los votantes socialistas en Cataluña; si lo era, ¿cómo se explica el reciente éxito de Ciudadanos? El éxito de Ciudadanos se ha construido a partir del deterioro electoral del PSC.

En 1978, el PSC© no destacaba por disponer de dirigentes provenientes de sectores obreros. Su grueso de afiliación, sus cuadros, eran mayoritariamente universitarios y empleados de cuello blanco. Creo que en el PSC© consideraban que la organización de los sectores obreros era terreno inexpugnable del PSUC y CCOO. La fusión con la Federación Catalana del PSOE fue concebida, según mi opinión, como un medio para asegurarse interlocución en Madrid y, por ende, homologación con la Internacional Socialista. Me parece que no pensaron que podía resultar una suma electoralmente hegemónica en Cataluña.

No confiaban en superar la implantación que los comunistas tenían en los barrios populares. En aquella época escuchaba con frecuencia a dirigentes del PSC© describir con desdén al PSOE como una organización histórica que había desaparecido durante el franquismo, sin estructura y reaparecida hacía cuatro días con el dinero de la socialdemocracia alemana. En esto último, sí que acertaban. El PSOE con la ayuda del SPD, a través de la Fundación Ebert (de la mano de su delegado en España, Dieter Koniecki), conseguiría los medios para convertirse en el referente del voto de las clases populares españolas.

El acierto estratégico del PSOE radicaba en un modelo que distaba mucho del de las organizaciones de tradición leninista, como el PSUC (que tanto admiraban los cuadros del PSC©). La fuerza del PSOE no radicaba en el número de células activas o de intelectuales orgánicos; se fundamentó en su credibilidad electoral. Una acción política diseñada para la democracia, un discurso político dirigido a la gran mayoría de las clases populares, desde la legitimidad histórica, ofertando estabilidad y un futuro de progreso.

Como se evidenciaría a lo largo de los años, la fidelidad del voto al partido socialista está enraizada en la memoria histórica. Es el tributo que millones de ciudadanos, la mayoría despolitizados, rinden a sus padres, abuelos, hermanos, amigos. Toreados en la plaza de Badajoz en 1936, fusilados en cunetas por toda España, entre 1936 y 1939. Muertos a lo largo de tres años de guerra civil, encarcelados; otros represaliados, maltratados por los ganadores de la contienda fratricida. Centenares de miles de exiliados, millones obligados a emigrar en la postguerra para huir de la miseria a la que el franquismo condenó a los estratos sociales perdedores de la guerra.

Millones de votantes despolitizados en el año 1979, votaron al PSOE. Familias de los perdedores de la Guerra Civil, familias sometidas, sin militancia antifranquista, calladas durante cuarenta años, votaron masivamente en la primera oportunidad que se les dio. Votaron desde el recuerdo, el respeto y la veneración hacia los parientes vejados durante el franquismo.

El PSOE contaba con la fuerza de la memoria grabada con dolor en las entrañas de centenares de miles de familias represaliadas, mudas durante el franquismo; imparables en democracia. Una fuerza presente en toda España, incluida Cataluña. El voto de las clases populares expresado en cada convocatoria electoral, como si se tratase de una ofrenda de flores del día de Todos los Santos: recuerdo y respeto por los ancestros.

La relevancia electoral dependió, no de un discurso intelectualmente elaborado y elegante, sino de la memoria histórica. Tampoco de la efectividad de las estructuras internas de los partidos que habían resistido en la clandestinidad, si no de la vinculación de la oferta electoral con la historia familiar de los electores.

Despreciar este análisis, como en su día hizo el PSC, por ejemplo, explica por qué Ignacio Pujana pudo ser el primer candidato a alcalde del PSC en L’Hospitalet: los obiolistas del PSC daban por seguro que el PSUC ganaría en 1979 la alcaldía de L'Hospitalet, y no tuvieron interés en que uno de sus dirigentes encabezase una candidatura que "perdería"; lo cedieron a los "obreristas" del PSOE.

Las primeras elecciones evidenciaron que el PSC era un partido ganador, no solo en una Barcelona de clase media; lo era, sobre todo, en cualquier feudo obrero, L'Hospitalet y toda el área metropolitana.

La fuerza que encarnaba el PSOE la intuíamos los militantes de la Federación Catalana, por vivencias propias, por extracción social.

Los días 4 y 6 de julio de 1980 se celebró el segundo Congreso del PSC. Cuatro meses antes, en marzo, el PSC, con Joan Reventós como candidato a la Generalitat, perdió las elecciones frente a Jordi Pujol. En este segundo congreso socialista las diferencias internas afloraron descontroládamente. Se eligió una ejecutiva en la que se excluyó a todos los dirigentes provenientes de la extinta Federación Catalana del PSOE. La tensión interna fue máxima.

Cinco meses más tarde, inmersos en ese proceso conflictivo, los jóvenes celebramos el primer congreso de la Joventut Socialista de Catalunya (JSC). Yo fui elegido Primer Secretario al frente de una ejecutiva en la que, al contrario de lo ocurrido en el congreso del PSC, conseguimos que hubiera representación de todas las procedencias. No se valoró. Desde la ejecutiva del PSC, nacida del segundo congreso, se me percibió como una anomalía peligrosa. Consideraron que en la JSC habían ganado los perdedores del congreso del PSC. Tras un año difícil (golpe de estado incluido), constatando las reticencias y la falta de colaboración del partido, sufriendo la nula ayuda hacia la JSC, pensé que lo mejor que podía hacer en beneficio de la organización era convocar un nuevo congreso, presentar mi renuncia y permitir que me sustituyera alguien que fuera más afín y menos molesto para los obiolistas. Convoqué el segundo congreso de la JSC durante los días 28 y 29 de noviembre de 1981. José Javier Soto Cortés, más joven y también proveniente de la Federación Catalana del PSOE, fue elegido nuevo Primer Secretario de la JSC y consiguió trabajar con éxito, durante diez años, al servicio de la JSC y del PSC(1).

(1) Congreso de unificación; fundacional de la Joventut Socialista de Catalunya (JSC)
Organizaciones fusionadas: Moviment de Joves Socialistes de Cataluña (MJSC), y las Joventuts Socialistes de Cataluña (Federació Catalana de las Juventudes Socialistas de España).
Fecha: 7 y 8 de octubre de 1978
Lugar: Orfeó de Sants.
Primer Secretario, electo: Jordi Casanova Roca
Primer Congreso de la JSC
Fecha: 1 y 2 de noviembre de 1980.
Lugar: sede central de la UGT en calle Tarragona.
Primer Secretario, electo: Javier Pérez Llorca.
Segundo Congreso de la JSC
Fecha: 28 y 29 de noviembre de 1981.
Lugar: sede del PSC en la Rambla del Poble Nou.
Primer Secretario, electo: Javier Soto Cortes.

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