Aunque como en todo, siempre hay un ‘pero’. Y en este caso, ‘el pero’ aparece cuando uno es el propietario de alguno de esos diabólicos vehículos que forman parte del grupo de los ‘sin etiqueta ambiental’ (para la DGT con etiqueta A, la más baja de todas porque la portan los motores más contaminantes) y del que forman parte turismos y furgonetas ligeras de gasolina anteriores a enero del año 2000 y los diésel anteriores a 2006. Si uno tiene unos de esos apestados cacharros no podrá acceder a las ZBE entre las 7.00 y las 20.00 h. los días laborales.
Poner coto a la contaminación tiene pocos argumentos en contra. Es una decisión política en pro del bien común y el interés general, planeta Tierra incluido. Otra cosa muy distinta es que las consecuencias de las restricciones a las ZBE hayan sido o no bien resueltas, lo que abre la puerta a sospechas conspiranoicas. Por ejemplo, ¿se han dispuesto las ayudas económicas suficientes para que los dueños de estos vehículos con más de 18 años se deshagan de ellos en nombre de la sostenibilidad? La respuesta es no.
A los amos de antiguallas con distintivo ‘A’ no les queda otra que resignarse a usar su coche los fines de semana –o alguno de los 24 días con licencia especial– si viven o se mueven dentro de una ZBE o venderlo en municipios sin restricciones y hacerse con una entrada para un vehículo con una etiqueta superior. También pueden transformar el motor del coche con un kit de gas licuado de petróleo (GLP) -lo que le confiere la etiqueta ECO- o pasarlo directamente a eléctrico. Pero estas opciones (caras) tampoco se han ni potenciado ni subvencionado.
Tampoco se ha autorizado el uso de aditivos para reducir las emisiones, lo que invita a pensar que de forma encubierta se busca una renovación de la flota automovilística de España, que ha envejecido un 70% en los últimos años. Según el Arval Mobility Observatory, en 2008 la media de edad de los vehículos españoles era de 8,3 años. En 2023, los datos de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac) revelan que la media estatal ya supera los 14,4 años.
Según el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), el parque de vehículos sin etiqueta ambiental de los nuevos municipios con ZBE supone el 6% del total (parecen pocos). Pero igual de cierto es que a sus conductores la estatal Ley de Cambio Climático y la decisión de la Generalitat de ampliar las restricciones a los vehículos con ‘etiqueta B’ en 2026, le han hecho una jugarreta. Y es que en el ámbito metropolitano solo se han puesto claramente de su parte el alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, quien considera que esta norma es “un despropósito” porque “afecta a la mitad de los vecinos” de su urbe y el de Castelldefels, Manu Reyes, que ha presentado alegaciones a la regulación del Govern.
Todos estos daños colaterales -y otros que podrían mencionarse a poco que se escarbe- vienen a demostrar que, gubernativamente, algo no se ha hecho del todo bien. Pese a la matraca oficial con el cambio climático y las amenazas del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente (que ha cerrado la puerta a ayudas económicas estatales para el transporte público a los municipios de más de 50.000 habitantes que no implanten las ZBE antes de fin de año), algo chirría. Sirva como prueba que las ventas de coches eléctricos e híbridos enchufables en España han caído un 11,9%. Al parecer, debido a la incertidumbre con las ayudas, que según el sector no suponen un incentivo real y deberían percibirse en el momento de la compra, sin computar como rendimientos de trabajo. Y sin los insufribles retrasos actuales.
Y es que la clase política tiene buena parte de la culpa de que la sociedad se haya vuelto descreída en materia ambiental y se victimice argumentando que con las ZBE se está empezando por el extremo más débil de la cadena mientras los de arriba se lo saltan todo. Razones no le faltan. Solo hay que recordar que en la cumbre del Foro Económico Mundial (FEM) de Davos de 2022 (para debatir sobre clima y desigualdad), los 1.040 jets privados (el medio de transporte más contaminante que existe) utilizados para desplazarse hasta Suiza por los dirigentes internacionales generaron emisiones de CO2 equivalentes a las que producen 350.000 automóviles haciendo 750 kilómetros diarios durante una semana, según un informe de Greenpeace y la consultora holandesa CE Delft.
Pero pese a todas las dudas, sospechas y claroscuros, bienvenidas sean las nuevas ZBE. III