El reloj ‘running’ en la muñeca no sólo conoce las pulsaciones y ritmo cardíaco; la distancia recorrida y la velocidad imprimida en el trayecto. Datos que el deportista controla diariamente cuando sale a correr por la ciudad. Además de las aplicaciones pensadas para los amantes del deporte urbano, este reloj puede abrirse a otras finalidades. Una de ellas: la salud mental. Es lo que piensan los integrantes de un equipo de investigación que en estos momentos trabaja en el nuevo centro de Recerca i Innovació (RISE) del Parc Sanitari Sant Joan de Déu. Se trata de uno de los proyectos que están en marcha en el centro samboyano y que pretende concretar qué tipos de aplicaciones debería tener un reloj parecido al descrito, pero pensado para los pacientes que han superado una depresión.
El reloj o pulsera en la muñeca del paciente podrá dar pistas sobre las probabilidades de recaída. ¿Cómo lo hará? “A través de esos relojes o pulseras, podríamos disponer de datos clave para detectar el estrés de las personas: la variabilidad del ritmo del corazón, por ejemplo”, explica el director de Docència, Recerca i Innovació del nuevo centro del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, Josep Maria Haro. “A través del dispositivo, también podríamos acceder a otro elemento de análisis: los patrones de sueño del paciente. Y todo ello nos ayudaría a detectar el inicio de la recaída”.
Finalmente, los expertos elaborarán algoritmos en base a estos datos; y estarán en disposición de anticipar el momento aproximado de la recaída. Se trata de avanzarse al peor escenario y actuar con celeridad para ayudar al paciente antes que vuelva a verse atrapado en la pegajosa telaraña de la tristeza más profunda. Otros equipos del mismo centro han abierto la puerta a líneas de investigación que utilizan la realidad virtual en el tratamiento de rehabilitación cognitiva.
Hay más ideas cocinándose en el laboratorio de la salud mental con sede en Sant Boi. “Uno centrado en la investigación de la esquizofrenia,otro, en la depresión resistente. También estamos midiendo la eficacia de una generación de fármacos psicodélicos en el trastorno de estrés postraumático o depresión”. Pero no existen fármacos en el mundo y tampoco psiquiatras o psicólogos suficientes, advierte el director de Docencia del centro especializado del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, “para atender a todas las personas que sufren o van a sufrir en un futuro enfermedades mentales”. Este es el diagnóstico sobre el que se fundamenta el factor común que atraviesa la mayoría de las investigaciones que se están desarrollando desde el pasado verano en el parque sanitario que tiene su sede en la ciudad del Baix Llobregat: la tecnología. “Incluir las nuevas tecnologías en los tratamientos. Sí, este es el nexo de unión de muchos de los proyectos. Sin tecnología será imposible atender a tantas personas”, concluye Josep Maria Haro.
Detrás de este puzle de ideas; proyectos de investigación; recogida y análisis de datos que se dan cita en el nuevo espacio del parque sanitario, el objetivo último de Sant Joan de Déu pasa por compartir el conocimiento cultivado en las áreas de trabajo recientemente inauguradas. Y hacer avanzar esa cuerda de conocimiento estirándola hacia también nuevos terrenos, fértiles en ciencia, conocimiento y empatía respecto al sufrimiento humano. Los expertos liderados por el doctor Haro se han entregado a una misión: la de transformar el modelo de abordaje de los trastornos de salud mental del siglo XXI.
Se trata de cambiar la mirada y el ángulo de tiro de las cámaras que grababan hasta ahora los desórdenes de la mente. “Este cambio de paradigma se hace visible durante y después de la pandemia”, explica el doctor Antoni Serrrano, director de Salud Mental del parque sanitario. Supone un gran cambio porque la sociedad “toma conciencia definitiva del problema” en el 2020. Antes del inicio de la pandemia de la Covid-19, la psiquiatría llevaba décadas de desarrollo. De los años 50 a los 80 del siglo XX se incrementó el número y tipología de medicamentos, aunque se mantuvieron intactos los tratamientos clásicos. Estos comienzan a cambiar a diez años después con la estimulación magnética transcraneal, por ejemplo.
El objetivo era el de hallar los tratamientos adecuados y alterar algunas condiciones del cerebro para que los pacientes recuperaran su equilibrio vital. El cerebro, ese órgano central que ejerce control sobre el resto de órganos del cuerpo humano, y del que ‘’sabemos más, pero no lo suficiente”. Lo que sí sabe la comunidad científica, continúa el director de Salud Mental, es que “sin apoyo familiar o social, el paciente que sufre una enfermedad crónica pasará por ingresos largos, de meses e incluso años”. Y esto es lo que los últimos tratamientos, basados en ese paradigma y mirada nuevos, pretenden cambiar.
“La psiquiatría está evolucionando de un modelo hospitalario a otro comunitario- explica Antoni Serrano- donde el tratamiento y la supervisión se hace desde los ambulatorios, los hospitales de día, los centros de rehabilitación comunitaria o centros de salud mental”. Siempre que sea posible, el paciente se inserta en la sociedad y no se le aísla en un espacio donde convive exclusivamente con otros enfermos. Por tanto, los ingresos de una duración relativamente corta se imponen en el modelo psiquiátrico en Cataluña. “Las comunidades de respuesta para los pacientes son polivalentes, casi individualizados y adaptados a cada paciente”.
En este sentido, Sant Joan de Déu lleva a cabo una prueba piloto que consiste en ofrecer al enfermo una horquilla de atención desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la tarde, como si de un ambulatorio se tratara. “La persona puede así aprender a convivir con la comunidad, pero si tiene un problema con los vecinos, con su alimentación, con sus hábitos de vida…puede venir al centro y será atendido por nosotros”, añade el doctor Serrano. Existen otras formas de atención: la hospitalización domiciliaria ( el paciente sigue el tratamiento desde su casa); o programas específicos destinados a diferentes colectivos: migrantes, discapacitados o personas sin hogar. Sin olvidar, los tratamientos dirigidos en exclusiva a las familias.
Origen desconocido
No conocemos el origen de las enfermedades mentales, pero sí algunos de los factores que las desatan. Todas las corrientes de conocimiento han aportado su teoría para explicar por qué el sufrimiento humano puede acabar extendiendo la enfermedad. La psicología, a través de la palabra, bucea en el entorno familiar, afectivo y emocional. La psiquiatría biológica estudia cómo las alteraciones en el proceso de maduración del cerebro durante la adolescencia pueden verse alteradas. Algunas enfermedades mentales están vinculadas al proceso orgánico del cerebro y otras surgen del entorno familiar, social, laboral… Un mal paso en la vida, la historia de otros sobre los hombros de esa persona, una palabra, un accidente, una agresión. El guión de la vida parece el de una historia de supervivencia. Todos y cada uno de nosotros salimos de casa confiados para disfrutar de un nuevo día, pero corremos el riesgo de toparnos con un obstáculo inesperado. Esa selva social que nos rodea es un lugar repleto de oportunidades y una superficie inmensa para explorar. Un espacio potencialmente maravilloso que, sin embargo, alberga peligros agazapados y dispuestos a asaltarnos en cualquier momento.
Los psiquiatras no pueden regenerar el cerebro, pero sí ayudan a recuperar el equilibrio del órgano vital. En esa ardua tarea, los profesionales han encontrado dos aliados: la lucha de las familias de los pacientes para acabar con el estigma de la salud mental; y la complicidad de buena parte de la sociedad que entiende cada vez más, hace gala de una mayor formación científica y empatiza con familias y pacientes. III
La excelencia de un referente en Europa |
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