El Llobregat

De Ciclón a Superman. Te revelamos el nuevo hogar editorial del héroe que se adaptó al franquismo

David Aliaga Muñoz | Viernes 14 de febrero de 2025
Los tebeos de superhéroes han cautivado a una generación de lectores tras otra hasta convertirse en un fenómeno de masas global. Pocas obras pueden presumir, como Batman o Superman, de vender cientos de miles de ejemplares en todo el mundo, mes a mes, desde hace casi un siglo.

A día de hoy, uno de cada dos cómics que llegan a las librerías españolas están protagonizados por superhéroes. Y casi todo ese material lleva impreso en la portada el marchamo de las dos majors norteamericanas, Marvel y DC. Por eso resulta tan relevante el anuncio de que Panini Cómics, desde 2005 responsable de la publicación de Marvel en España, pase a ser también la editorial de DC en nuestro país.

Más allá del impacto que esta operación vaya a tener en la industria, el movimiento ha generado una gran expectativa entre los lectores, que se mueven entre el entusiasmo y la prudencia. Y es que si España constaba como uno de los pocos países en los que los lectores preferían los tebeos de Marvel a los de DC —hasta que el universo cinematográfico ideado por Kevin Feige alrededor de Los Vengadores tiñó el mundo de rojo marvelita—, uno de los motivos para esa anomalía parece haber sido el errático desarrollo editorial que han tenido las licencias de la compañía de Burbank en este país; más si lo comparamos con el mimo y el respeto con que Alejandro Martínez Viturtia, primero en los despachos de Planeta y después en los de Panini, ha capitaneado el destino editorial de los tebeos Marvel en España desde finales de los noventa. Parece razonable esperar que el desempeño de Viturtia y su equipo mejore las condiciones —regularidad, oferta, reediciones…— en las que los lectores recibirán las historietas de los héroes del panteón deceíta, pero el fan veterano, patidor, anda con las orejas de punta a cuenta de los precedentes.

De Clark Kent a Carlos Sanz

Las aventuras de Superman llegaron a los quioscos españoles poco más de un año después de su lanzamiento del otro lado del Atlántico, de mano de Hispano Americana de Ediciones. Claro que en 1940 la dictadura franquista estaba en plena fase de represión y consolidación, por lo que se exigía que cualquier material traducido fuese adaptado. De este modo, la obra de Siegel y Shuster se presentó en nuestro país con el título de Ciclón, el Superhombre; se recoloreó su uniforme cambiando el azul por el amarillo, que en combinación con la capa y las botas rojas le confería al kryptoniano un aire convenientemente patriótico, y Clark Kent pasó a llamarse Carlos Sanz.

El experimento de Hispano Americana de Ediciones duró algo más de tres años. Aquella iteración españolizada de Superman no acabó de cautivar a los lectores —o acaso es que en las paupérrimas condiciones de posguerra eran pocos los que podían permitirse comprar tebeos—, y durante casi una década, el escaso material de Superman que podía conseguirse en Barcelona y en Madrid era a través de las pocas copias que se importaban de revistas argentinas como Billiken.

El logo de Superman

No fue hasta 1952 cuando se publicó por primera vez en España un tebeo con el logotipo de Superman en la portada y sin deformaciones del personaje.

Con el éxito creciente de los tebeos de superhéroes en Estados Unidos, el gigante editorial mexicano Novaro apostó por intentar replicar el fenómeno en el apenas explorado mercado ibérico y dio a conocer a los lectores otros personajes como Batman.

Contrarios al nacional-catolicismo

El éxito de los justicieros fue tremendo. Tanto que, en 1964, TVE se decidió a adquirir los derechos de reproducción de la serie de televisión de Superman protagonizada por George Reeves. Sin embargo, cuando apenas se habían emitido un par de capítulos, la censura decidió que los súpers eran contrarios a la moral nacional-católica, porque poseían atribuciones que solo correspondían a Dios. O, como escribió el especialista Sergio Aguirre, tal vez es que suponían una molesta “ventana al mundo exterior, a la opulencia y la modernidad cotidiana de la sociedad norteamericana” en comparación con “la gris existencia de un país aislado” y sometido por la dictadura. En aquel mismo 1964, el ministro Manuel Fraga Iribarne decretó la prohibición de publicar cómics estadounidenses…, aunque regresarían intermitentemente a los quioscos en lo que se acababa de morir el dictador y sus adláteres iban encargando sus disfraces de demócratas.

El fin del franquismo y la progresiva maduración de la industria del noveno arte aportó mayor estabilidad a las cabeceras de DC en España y unas mejores condiciones de publicación. Con todo, la frecuencia con la que sus derechos iban cambiando de manos o incluso repartiéndose entre distintas compañías (Bruguera, Zinco, Norma, Planeta) lastró el ascenso de su popularidad, a pesar de los aciertos de cada editor, como los tomos en formato prestigio que ideó Norma o la apuesta por la reedición de material clásico de Planeta.

Dar batalla a Marvel en España

En 2011, una de las empresas de packaging que trabajaba para Planeta logró arrebatarle el contrato al coloso editorial. ECC dio signos de querer presentarle batalla a Marvel en el mercado español. Ofreció a los lectores la posibilidad de seguir las aventuras de Superman, Wonder Woman o Batman casi al mismo tiempo que los fans norteamericanos, creó formatos a precios populares…, y mantuvo, durante algún tiempo, la política de reeditar material clásico. La decisión de cortar con esa línea de su catálogo fue, tal vez, el primer motivo de desencanto de los lectores. Pero no tardaron en surgir otros, y no solo por parte de los aficionados, que a lo largo de los últimos años también han reiterado su malestar por una pasiva política de reimpresiones —que los dejaba sin poder completar colecciones en las que llevaban un buen dinero invertido y fomentaba la especulación en el mercado de segunda mano—, también con los libreros.

La política de ECC de lanzar obras a través de campañas de micromecenazgo que suprimían de la ecuación a las tiendas se entendió como una falta de generosidad con el resto de los actores del sector. Peor aún: en los últimos meses, cuando el rumor de que ECC iba a perder el contrato que le permitía publicar al cruzado kryptoniano empezaba a sonar con fuerza, varias librerías comenzaron a hacer público que el sello les había cobrado pedidos que no les estaba sirviendo, que no había manera de contactar con los responsables para aclarar la situación… Finalmente, el pasado mes de enero la compañía se declaró en concurso de acreedores.
Además de la preocupación por los perjuicios que el cierre de ECC pueda ocasionar a librerías, trabajadores, colaboradores…, la incertidumbre en torno al futuro de los de héroes de DC parecía reforzar esa idea que la publicación de los justicieros de la editorial creada por Malcolm Wheeler-Nicholson y Jack S. Liebowitz está gafada en España. Sin embargo, el anuncio de Panini, visto el tratamiento que ha dispensado en los últimos veinte años al material de Marvel, no puede hacer otra cosa que invitar al optimismo. III

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