En la etapa anterior a Musk –y bajo indicaciones del wokismo dominante– se cerraban de forma irrecuperable perfiles por meras discrepancias políticas con las tendencias mainstream, por enemistades manifiestas o por la mención de temas tabú, entre otros dislates poco democráticos que llevaban a la cancelación. La llegada del propietario de Tesla a la red de los tuits ha dado la vuelta a la tortilla y esa aniquilación unidireccional ha sido sustituida por una barra libre de pensamiento, opiniones y posts que, en lugar de estar bajo la supervisión de verificadores (para muchos, sospechosos), son escrutados y refutados -si viene al caso- por los propios usuarios con Community Notes (notas de la comunidad) que matizan los contenidos o incluso los desmienten.
La arriesgada apuesta del CEO de X ha abierto la veda y, como poco, van a seguir sus pasos las redes sociales que dependen de la Meta de Mark Zuckerberg (como Facebook o Instagram), quien ha puesto fecha de caducidad a los verificadores de datos y los va a reemplazar por las anotaciones de los usuarios. Zuckerberg ha tomado esta decisión porque considera que este sistema de notas para desmontar bulos y fake news es “una forma de restauración de la libertad de expresión”, tras reconocer que en su plataforma se habían censurado contenidos por mandato de los de arriba, porque “los gobiernos y los medios tradicionales censuran cada vez más’’, ha advertido el magnate. Y es que los apuntes de otros usuarios dan contexto a las publicaciones señaladas, evitando que otros internautas caigan en el engaño, y equilibran la balanza de la libre expresión.
Con estas premisas, ¿Aciertan los que han decidido emigrar de X a otras plataformas? ¿Hay ahora más o menos libertad de expresión en las redes? ¿Es necesario ejercer un control más férreo sobre las mismas, como promueve el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez? El debate está servido. III