Sant Boi

Garri Kaspárov se muestra optimista ante los avances en IA

Garri Kasparov, excampeón mundial de ajedrez y referente global en inteligencia artificial (IA), en un instante de su conferencia en el Talent Arena (FOTO: talentarena.tech)
Jorge I. Aguadero Casado | Jueves 06 de marzo de 2025
Imaginen, este pasado 3 de marzo, un espacio donde el futuro tecnológico deja de ser una promesa vaga y se convierte en algo comprensible para los que apenas lo entendemos. Esta es la premisa con la que les propongo adentrarnos en Talent Arena, un evento de tres días enmarcado en el Mobile World Congress, donde se han citado profesionales del sector digital y de las principales empresas tecnológicas e instituciones formativas del mundo. El Llobregat ha sido testigo de excepción de las ponencias de los iconos del ajedrez Garri Kaspárov y Miguel Illescas, pioneros en el campo de la inteligencia artificial.

Muchas personas sienten recelo ante los grandes eventos tecnológicos, temerosas de que la velocidad del progreso científico-industrial las deje atrás. Es un miedo comprensible: en un mundo donde la técnica evoluciona de forma vertiginosa, ¿cómo evitar la sensación de obsolescencia? Con este interrogante en el aire, arrancaron las ponencias del Talent Arena y, cuando supimos que entre los conferenciantes estarían los ajedrecistas Garri Kaspárov (excampeón mundial) y Miguel Illescas (8 veces campeón de España), no pudimos resistirnos a asistir. Permítanme adelantarles que la decisión fue un gran acierto.

Vaya por delante que el día en Barcelona se dirimió entre cielo nublado y lloviznas, desangelado, desacompasado con el ritmo vertiginoso que se respiraba dentro del recinto ferial de la Avinguda de la Reina Maria Cristina, en el distrito barcelonés de Sants-Montjuïc. Entre nosotros, me sentí dando pasos en el futuro, como si la música de Vangelis nos guiase por las calles de “Blade Runner”. Supongo que no serían pocos los que se preguntaban si sueñan los androides con ovejas eléctricas.

Las ponencias de Miguel Illescas y de Garri Kaspárov iban a ser la materialización discursiva de dos cohetes que cruzan el horizonte desde la peculiar convergencia profesional que enlaza sus destinos. El propio Kaspárov menciona en uno de sus libros que Illescas se ha cruzado dos veces en su camino (primero como ingeniero informático del equipo de IBM en el duelo que perdió contra la máquina Deep Blue en 1997 y, después, como jefe de entrenadores de Vladímir Krámnik, quien arrebató el título mundial al “Ogro de Bakú” en 2.000), por lo que disfrutar de ambos en el mismo recinto auguraba un debate fascinante.

Miguel Illescas es un ágil conversador, con maravillosa capacidad para hacer amenos los contenidos que en manos poco expertas pueden presentar aridez. Muestra de ello ha sido su labor como comentarista en El Llobregat Open Chess Tournament. Su conferencia en Talent Arena llevaba por título “De Deep Blue a Alpha Zero: el ajedrez como campo de pruebas de la inteligencia artificial”. Miguel, para deleite de las aproximadamente 600 personas que le acompañaron, habló del encuentro Kaspárov-Deep Blue y del impacto que la IA puede tener en la vida de los seres humanos. Entre otras cosas, mencionó el algoritmo AlphaFold 3, de Google DeepMind, capaz de desentrañar la estructura de las moléculas e hizo referencia a las recientes declaraciones del neurocientífico Demis Hassabis (quien además de haber sido recientemente galardonado con el Premio Nobel de Química fue diseñador de videojuegos y también niño prodigio del ajedrez), en las que este exponía que un doctorando, durante cinco años, logra desentrañar la estructura de una proteína, mientras que el algoritmo ha logrado el hito de descifrar doscientos millones de proteínas. Esto, en tiempo humano de estudio científico, supone un ahorro de mil millones de años. O, si me permiten la broma, “un suspiro”.

Con esta introducción, el gran maestro trazó un paralelismo con AlphaZero, el programa que jugaba tanto al go como al ajedrez. Lo fundamental en este caso es que el ajedrez fue elegido como campo de pruebas debido a sus características particulares: reglas simples pero una complejidad profunda, un rendimiento exento de azar, facilidad para ser programado y, sin embargo, una dificultad extrema para determinar siempre la mejor jugada.

Illescas indicó que hasta la década de 1970 no tuvimos máquinas capaces de jugar al ajedrez con un nivel significativo. Dos hitos marcaron el avance en este campo: en 1997, con la victoria de Deep Blue sobre Garri Kaspárov, y en 2020, con la irrupción de AlphaZero.

El ajedrecista catalán recordó su encuentro contra Deep Blue en Barcelona, en 1995, donde la supremacía aún fue patrimonio del hombre. Un año después, en 1996, se disputó en Filadelfia el primer duelo entre el campeón mundial, Kaspárov, y Deep Blue, con victoria para el bando humano. IBM, consciente del potencial mediático del ajedrez, vio en este enfrentamiento una oportunidad publicitaria. En 1997, redobló su apuesta por el ajedrez y reunió un equipo multidisciplinar dedicado a perfeccionar la máquina.

En este punto, Illescas hizo una reflexión que no debería pasarnos desapercibida si queremos adentrarnos en los entresijos de la inteligencia artificial, aseverando que “(…) el modelo de entrenamiento utilizado por Deep Blue en 1997 está hoy completamente obsoleto”. AlphaZero lo demostró al convertirse, en cuestión de horas, en el mejor ajedrecista de todos los tiempos sin recurrir al conocimiento humano, limitándose a jugar contra sí mismo a partir de las reglas del juego-ciencia. Es, en mi opinión, el punto de inflexión que materializa la inanidad de nuestra especie en uno de sus sagrados refugios intelectuales. ¿Usted cómo lo ve?

Resultó especialmente interesante la perspectiva de Illescas sobre las fortalezas y debilidades de ambos bandos, el obsolescente de base de carbono y el pujante de silicio. Destacó cómo Kaspárov, en su primera derrota, quedó desconcertado por una jugada inesperada de la máquina -bautizada como “La mano de Dios”-, que él mismo calificó como demasiado humana. Esta anécdota encierra una gran paradoja: en aquel entonces, el temor era que la intervención humana pudiera alterar la pureza del juego; hoy, sin embargo, la mayor preocupación en el mundo del ajedrez es el riesgo que suponen las trampas electrónicas.

Miguel Illescas tiene un marcado espíritu romántico. No podía faltar en su ponencia una propuesta filosófica de hondo calado, por lo que planteó abiertamente una pregunta esencial: “¿Deep Blue llegó realmente a pensar?”. Desde ahí, enlazó con AlphaZero y su asombroso progreso, no solo en términos de fuerza de juego, sino por la naturaleza intuitiva de su estilo. Mencionó una posición de una partida de AlphaZero en 2019 que le impactó profundamente. En la jugada 10, con las 32 piezas aún sobre el tablero, la máquina ya sabía que la partida estaba ganada. Se trataba de una posición de enorme complejidad, en la que incluso un gran maestro habría sido incapaz de realizar una evaluación precisa. Illescas evocó entonces la imagen del oráculo, sugiriendo que la máquina se ha convertido prácticamente en un dios. “(…) Si ese poder se extrapola a otros ámbitos, las posibilidades que se abren son tan fascinantes como esperanzadoras. Aunque el primer gran uso de la inteligencia artificial ha sido de carácter militar, no cabe duda de que su potencial puede aplicarse en beneficio de la humanidad”, dijo como cierre de su charla.

Instante del saludo entre Garri Kaspárov y Miguel Illescas, pioneros en el campo de la inteligencia artificial y personalidades del ajedrez, a su llegada al Talent Arena.

Entonces llegó el momento que toda Barcelona esperaba. Sin restar mérito a lo anterior, era evidente la expectación que flotaba en el ambiente: el ansia de ver a Garri Kaspárov. Unas mil personas se agolpaban más allá de las filas reservadas a los invitados VIP, entre los cuales la organización tuvo la deferencia de situar a este cronista. Todos conteníamos la respiración, conscientes de que la llegada del mito sería como un vendaval. Queríamos comprobar si, efectivamente, su presencia tendría ese impacto arrollador.

¿La verdad? La gran 'K' no decepcionó. Y, antes de adentrarnos en los detalles, permítanme un agradecimiento: la organización nos brindó el privilegio de ser la primera voz en formularle una pregunta tras su ponencia. El Llobregat, por tanto, mantuvo un breve diálogo con la leyenda. Garri Kaspárov es de esos hombres que te miran a los ojos con la intensidad de quien ha librado mil batallas, desafiante incluso a sus 61 años. Su gesto es el de un lobo estepario: real, profundo, imponente. Cuando señala con el dedo, sientes sobre los hombros el peso del 13.º campeón del mundo, una presencia que obliga a mantener la compostura. No hay margen para titubeos ni voces temblorosas, aunque por dentro todo se tambalee y la posibilidad de un respiro se vuelva impensable.

Como les decía, hay fuerzas vivas que no podemos medir, y una de ellas es, sin duda, la mirada de Kaspárov. ¿Cómo obviar el rugido de la multitud cuando hizo su entrada en el escenario? Sin olvidar, desde luego, su faceta como disidente del gobierno ruso, por lo que no sorprendió que las medidas de seguridad fueran extraordinarias.

La ponencia de Garri Kaspárov, titulada “The Nexus of Human Creativity and Machine Intelligence”, en inglés, fue un alegato apasionado contra el miedo a la tecnología y, en particular, a la inteligencia artificial. Con estilo incisivo, Kaspárov expuso su visión a través de diversas analogías, entre las cuales destacó una especialmente reveladora: la del telescopio. “¿De qué sirve un telescopio?”, planteó. “Mejora nuestra visión, pero para que cumpla su propósito debemos dirigirlo hacia las estrellas; si lo apuntamos al suelo, solo veremos suciedad”. Su mensaje era claro: la inteligencia artificial, como cualquier otra herramienta, no es en sí misma buena ni mala. En lugar de temerla, debemos aprender a enfocarla en aquello que nos haga avanzar.

Kasparov se ha referido a la IA como “inteligencia aumentada” ya que “igual que unas gafas mejoran nuestra visión, la IA aumenta nuestras habilidades” (FOTO: EFE).

Garri Kaspárov, en su momento el campeón mundial más joven de la historia y quien para muchos sigue siendo el mejor ajedrecista de todos los tiempos, repasó los hitos de su carrera. Como era de esperar, profundizó en sus enfrentamientos contra Deep Blue, con el objetivo de transmitir un mensaje claro: la inteligencia artificial potencia la inteligencia humana, pero no la reemplaza. Defendió vehementemente la primacía del ser humano frente a la máquina, insistiendo en que, por más sofisticadas que estas sean, carecen de capacidad de elección. “Apareció ChatGPT como un Terminator cualquiera y daba la sensación de que iba a arrasar”, comentó. “Pero son la creatividad, el sentido común, el poder de decisión y el liderazgo lo que hacen al humano irreemplazable”.

Respeto la visión de Kaspárov en este ámbito, del que es un profundo conocedor, pero me parece que le faltó una palabra clave: “todavía”. Y es que, del mismo modo que los procesos de Deep Blue han quedado obsoletos frente a la revolución de AlphaZero, no podemos predecir con certeza si la evolución de la inteligencia artificial seguirá necesitando al ser humano para marcar el rumbo. Prueba de ello es el frenesí inversor en el sector: muchas compañías están quemando cantidades astronómicas de dinero, sin resultados inmediatos, por el miedo a que la competencia las adelante y se alcance la temida singularidad, ese punto hipotético en el que la inteligencia artificial general tome el control de su propia evolución. Si ese momento llega, nos veremos obligados a enfrentar una realidad incómoda: la de aparcar para siempre el autoengaño de sentirnos imprescindibles.

El excampeón mundial está convencido de que la eficiencia analítica de las nuevas tecnologías, combinada con la intuición y la experiencia humanas, abre un horizonte de posibilidades inmensas. En esto coincido plenamente. Sin embargo, aunque puedo ceder en cuestiones técnicas, no dejo de tener un presentimiento inquietante: la irrupción de la inteligencia artificial parece estar transformando nuestro mundo en una suerte de miasma algorítmica. Frente a esta visión mecanicista, prefiero un enfoque más holístico, que trascienda el frío cálculo numérico y permita una relación más fluida entre el ser humano y su entorno. Tal vez abuse de su paciencia con estas reflexiones, pero me angustia la idea de que los tecnócratas, en su afán por redefinir nuestra forma de vida, lo hagan sin siquiera preguntarnos si es esto lo que realmente queremos.

Después de su ponencia, Kaspárov respondió extensamente a tres preguntas del público. Entre ellas, les traslado la que este cronista le formuló en nombre de El Llobregat y de la revista Peón de Rey: “Me siento el último de mi especie. Los escritores de la próxima generación, incluso si entre ellos surge un nuevo Shakespeare, no tendrán la oportunidad de publicar… porque se asumirá que no son los verdaderos autores de su obra, sino que esta será producto del uso de la IA. ¿No le preocupa?”. Les invito a sustituir la palabra “escritores” por cualquier otra actividad intelectual y a reflexionar sobre las consecuencias de esto.

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