Opinió

La corrupción política: un síntoma de la sociedad

Mossèn Pere Rovira | Miércoles 23 de julio de 2014

La corrupción de los políticos es un tema de actualidad; todos los medios debaten, denuncian y, en cierta forma, muestran su escándalo ante una auténtica pérdida de credibilidad de estas personas elegidas para servir a la sociedad.



Mi propuesta reflexiva va más allá de la crítica y la condena de estos hechos a todas luces reprobables; quisiera dirigirse a las carencias y fundamentos que la originan, es decir, no quedarnos en la punta del “iceberg” y sí diagnosticar el motivo de su proliferación.
Los políticos no son una raza aislada, ajena a las costumbres y los valores éticos comunes a todos. Los políticos son educados siguiendo unos referentes y unos contenidos morales fácilmente exportados a través de las películas, telenovelas, programas “basura” por todos conocidos, etc.
La pregunta que me realizo a menudo es la siguiente: ¿cómo nos puede sorprender y escandalizar semejantes acciones de corrupción entre algunos políticos, viendo el panorama actual de los contenidos morales que se transmiten? Menciono algunos de estos contenidos:

  • El “bien particular” prima sobre el “Bien Común”. Unos pocos nos quieren imponer su doctrina moral.
  • La riqueza como exponente del éxito humano. La obtención del beneficio a cualquier precio.
  • Ganar dinero fácil y rápido. La ambición y la competitividad sin medida han aplastado los valores del esfuerzo, la paciencia, la constancia, la preparación y la responsabilidad.
  • El placer, el gusto y la comodidad se han convertido en los criterios para la toma de decisiones. “El hedonismo” como ausencia de sufrimiento y dificultad se han constituido como logros y metas a conquistar.
  • Una libertad “egocéntrica” que anula al otro. “El hago lo que me da la gana” es para muchos la expresión de la libertad; mejor dicho, es la expresión de una libertad confeccionada con los mimbres del sentimentalismo, la sensación, el infantilismo, la irresponsabilidad, … Una libertad así expresa una idea subjetiva y acomodada a mi criterio particular, no expresa una forma de vivir donde todos quedamos beneficiados.

¿Cómo educamos a nuestros jóvenes? ¿Qué modelo de valores transmitimos? Cuando hablamos de justicia, solidaridad, libertad, caridad, paz, verdad, … ¿a qué nos referimos? ¿Quién nos enseña, auténticamente, a llenar de contenidos estas palabras?
En mi camino de fe y, por tanto, en mi camino de vida, Jesucristo ha dado respuesta y ha confirmado que los valores humanos no son teorías, más o menos elaboradas, sino una visión sobre las relaciones entre personas, una forma de vivir donde las ideas dejan paso a una experiencia renovadora y gozosamente visible.
En fin, mientras no se transforme y convierta nuestro corazón, el ser humano intentará construir un mundo mejor desde la utopía y, lamentablemente, desde la decepción. Dicho de otras palabras, si no pasamos de los diagnósticos a las terapias correctas no avanzaremos.||