Opinió

Del pesimismo a la esperanza ¿Es posible?

Mossèn Pere Rovira | Miércoles 23 de julio de 2014
Una visión global de la realidad del mundo, en principio, no invita al optimismo. Da la impresión que los problemas económicos, laborales, políticos y sociales nos empujan a una resignación nada positiva. Nos acostumbramos a las noticias e informaciones pesimistas.

Aumentan los casos de corrupción, el paro no decrece, las familias se debilitan, el ambiente entre países (Oriente Próximo, Corea del norte, etc.) se crispa y se ennegrece por momentos, el clima social no respira confianza, las injusticias y desigualdades aumentan,…

Ante todo ello, ¿qué respuesta ofrecer? ¿Hay posibles soluciones? ¿Qué lecciones hemos de aprender? La postura fácil es el victimismo; incluso una actitud beligerante, es decir, culpabilizar “del todo a todos” no ayuda a reconducir los graves problemas que arrastra el ser humano: ansia de poder, obsesión por el beneficio particular, relativización e insolidaridad hacia los problemas y las carencias de las personas más desprotegidas, bienestar personal y egoísta, falta de referentes morales, esperanza en el futuro, etc.

Como cristiano quiero combatir este clima derrotista y pesimista. El ser humano puede y debe corregir estas inercias; la historia nos ha enseñado que los errores cometidos pueden servir de acicate para reconducir, aprender y convertirlos en soluciones.

El Papa Francisco, en nombre de la Iglesia, nos hace presente dos verdades que deberían ser potenciadas y defendidas por todos, especialmente, por aquellos que nos llamamos cristianos:
Justicia social: La justicia es la que alegra el corazón: cuando hay para todos, cuando uno ve que hay igualdad, equidad, cuando cada uno tiene lo suyo. Cuando uno ve que alcanza para todos, si es bien nacido, siente una felicidad especial en el corazón. Qué triste es cuando uno ve que podría alcanzar perfectamente para todos y resulta que no. (…) Decir “todos los chicos” es decir todo el futuro. Decir “todos los jubilados” es decir toda nuestra historia. Nuestro pueblo sabe que el todo es mayor que las partes y por eso pedimos “pan y trabajo para todos”. Qué despreciable en cambio el que atesora sólo para su hoy, el que tiene un corazón chiquito de egoísmo y sólo piensa en manotear esa tajada que no se llevará cuando se muera. Porque nadie se lleva nada. Nunca vi un camión de mudanza detrás de un cortejo fúnebre. Mi abuela nos decía: “la mortaja no tiene bolsillos”. Homilía 7 agosto 2012

Evangelización: No basta con que nuestra verdad sea ortodoxa y nuestra acción pastoral eficaz. Sin la alegría de la belleza, la verdad se vuelve fría y hasta despiadada y soberbia, como vemos que suce de en el discurso de muchos fundamentalistas amargados. Pareciera que mastican cenizas en vez de saborear la dulzura gloriosa de la Verdad de Cristo, que ilumina con luz mansa toda la realidad, asumiéndola tal como es cada día. Sin la alegría de la belleza, el trabajo por el bien se convierte en “eficientismo” sombrío, como vemos que sucede en la acción de muchos activistas desbordados. Pareciera que andan revistiendo de luto estadístico la realidad en vez de ungirla con el óleo interior del júbilo que transforma los corazones, uno a uno, desde adentro. (22 abril 2011)||