Eva Jiménez Gómez | Miércoles 23 de julio de 2014
La Diada Nacional de Catalunya suele generar múltiples mani-festaciones en las que resulta fácil perder de vista lo esencial, esto es, que se trata de un momento para celebrar la con-vivencia entre quienes habitan en Catalunya.
Poner el énfasis en lo que nos separa más que en lo que une podría constituir un error cortoplacista.
Me gustaría saber cómo han celebrado los vecinos de L’Hospitalet la Diada de l’Onze de Setembre. Y no me refiero a los actos institucionales que se celebran cada año, sino a lo que hará la gran mayoría de ciudadanos que no forma parte de ningún partido político u asociación cívica. Me pregunto si sentirán la fiesta como propia o, más bien, como algo lejano, ajeno a sus ideas y sentimientos.
Digo esto porque todos sabemos que el día nacional suele aprovecharse para reivindicar cuestiones políticas, algo que, en mi opinión, puede llevarnos a confundir el todo con la parte. Es decir, que las personas que no apoyen la independencia de Catalunya –la gran mayoría en L’Hospitalet, a juzgar por los resultados electorales- pueden tener la sensación de que la fiesta no va con ellos, lo cual me da un poco de pena.
Las celebraciones son momentos en los que –teóricamente- estamos más relajados, con ganas de pasarlo bien y, por tanto, dispuestos a tomarnos las cosas con humor. Qué mejor momento, por tanto, para compartir ideas, creencias, valores, etc. ¿Ah, tú crees que Catalunya debería seguir formando parte de España, cómo así? ¿Y tú, crees que debería ser un país independiente, y eso por qué? ¿Y cómo lo harías? ¡Ah, no sabía que para ti era tan importante esto o lo otro, fíjate!
Alguien me dirá que soy ingenua, idealista y utópica. Y a mí me viene a la memoria el discurso de Martin Luther King, que hemos celebrado estos días, cuando en el verano de 1963 defendía la abolición real, no de palabra, de las desigualdades entre blancos y negros. El predicador norteamericano tenía muy claro que no podría existir una nación próspera si blancos y negros continuaban divididos –“su destino está atado a nuestro destino”- y que la violencia, de cualquier tipo, nunca sería la solución –“no busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del odio”-. Hoy, 50 años después, Estados Unidos cuenta con un presidente negro.
Lamentablemente, algunos aprovechan estos días para tensar la cuerda, para reducir las posiciones al “estás conmigo o estás contra mí”, algo que me parece que violenta a las personas y, por tanto, genera más división, cuando considero que en este día deberíamos celebrar más lo que nos une que lo que nos separa. Ojo, no estoy negando la libertad de expresión de nadie, sino resituándola, pues entiendo que hay más días al año para manifestarse públicamente, en un sentido o en otro. Porque pienso a largo plazo, y me preocupa profundamente que considerarse catalán o español –o las dos cosas, que la vida es más compleja que los eslóganes- empiece a equipararse con ser catalanista o españolista. Me preocupa que nos vayamos a los extremos y que un día, incapaces de mirarnos más allá de las “etiquetas”, reduzcamos al otro a mero obstáculo. Y de ahí a la violencia sólo hay un paso. Luther King decía: “Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por los rasgos de su personalidad”. No lo olvidemos. Las personas somos mucho más que el lugar en el que nacemos o el idioma que hablamos. Estoy segura de que es posible una Diada para todos. Salut! ||