Esta sociedad dispone de grandes expertos en la diagnosis de los problemas; analizan, formulan grandes discursos en foros de debate, surgen los “iluminados” de turno con su demagogia; en el ámbito político o económico se multiplican las plantillas de asesores,…
Pero tan o más importante que la diagnosis es la terapia a aplicar, tan o más importante que el problema es la solución o la corrección de éste, tan o más importante que la enfermedad diagnosticada es la medicación o cirugía a aplicar.
Hay un grave problema por todos detectado (psicólogos, sociólogos, maestros, etc.): es el desmembramiento de la familia. La familia como soporte básico de la sociedad se está debilitando de forma alarmante, convirtiéndose en un espacio o en una suma de individuos, donde cada uno supervive como puede.
Estos últimos días ha aparecido una noticia que, al menos debería provocar una cierta reflexión: La Fundación “Anar” alerta del incremento preocupante del maltrato infantil en España. El 10,9% de las llamadas, cerca de 43.000, en 2013 estaba relacionadas con malos tratos de sus padres. También recibió 523 llamadas de adolescentes que planeaban quitarse la vida.
De este modo, la violencia en cualquier de sus tipologías -maltrato físico y psicológico, acoso escolar, violencia de género, grooming, abuso sexual o abandono, entre otras- repitió en 2013 y por octavo año consecutivo como principal motivo de consulta al teléfono “Anar”.
Para algunos una noticia más, triste y preocupante, pero sin sentirse aludido. Para otros, espero que para nosotros, un síntoma que debería llamarnos a una seria reflexión sobre el papel de la familia en la educación y en la construcción de unos valores sólidos y estables. La violencia es la etapa final de un proceso de deterioro y destrucción de la convivencia, especialmente cuando se ceba sobre los niños. La violencia es el recurso de los cobardes o de aquellos que proyectan su insatisfacción o sus miedos en los más débiles.
Los valores del diálogo sincero, la corrección decidida, el perdón generoso, el servicio humilde, compartir tiempo y bienes, la comprensión paciente,… , es decir, el “amor”, donde mejor se aprenden es en la familia. Menospreciarla acarrea consecuencias de toda índole. La mejor escuela para transmitir los más altos valores, la fe es uno de ellos, es la familia, donde el “rol” paterno y materno adquieren su criterio de autenticidad.
La violencia es la expresión más traumática de fracaso interpersonal, es la punta de “iceberg” que vemos pero, que al mismo tiempo, esconde otros problemas de índole más personal, como la insatisfacción, la falta de realización personal, la desesperanza, la decepción, la insípida existencia o el refugio en falsos ídolos (dinero, trabajo, afecto, comodidad, placer, etc.). Defendiendo la familia y sus valores, defendemos el futuro de una convivencia pacífica.