Eva Jiménez Gómez | Martes 16 de septiembre de 2014
Ya han derruido los deteriorados edificios que quedaban en el solar que limita con la avenida del Torrente Gornal, la calle Felip Pedrell, de Levante y del Pedraforca.
La situación de este espacio rectangular se me antoja semejante al trance que atraviesa nuestra política y que plantea un grave dilema a los ciudadanos: ¿seguimos reformando la casa o la derribamos?
Ojalá evaluar el grado de salud de nuestro sistema político fueran tan fácil como sucede con la arquitectura. La corrupción salpica toda la geografía española, como un brote de Ébola descontrolado, y la sospecha se extiende a todas las regiones, incluido L’Hospitalet. Sin ánimo de exhaustividad, podemos mencionar tres causas pendientes. Nuestra alcaldesa ha declarado este mes de setiembre como imputada por haber recibido entre 2011 y 2012 unos 14.000 euros por dietas y desplazamientos, presuntamente injustificados, en calidad de vicepresidenta y presidenta de la Comisión de Economía de la Federació de Municipis de Catalunya. Que ha devuelto el dinero, sí, pero sólo después de que el caso haya saltado a la luz pública. Y no me diga que no le dieron el supuesto informe interno antes, porque en este país nadie cobra por adelantado y no parece muy ético aceptar dinero por algo que todavía no se ha realizado; suponiendo que se haya desempeñado alguna actividad, que es lo que se está investigando.
Otro tema preocupante es el de los sobrecostes de la construcción del AVE Barcelona-Madrid a su paso por L’Hospitalet. Como recordarán, el Tribunal de Cuentas denunció que el importe de las obras de construcción de la línea de alta velocidad había aumentado casi un 230% en su tramo entre L’Hospitalet y La Torrassa. El fiscalizador económico todavía no ha determinado quiénes son los responsables, pero ya ha dudado de las supuestas causas imprevistas y de las denominadas obras complementarias. Y como políticos y empresarios se echan la culpa unos a otros, uno no sabe qué es peor: si vivir en un país de incompetentes o en una sociedad de malvados. En cualquier caso, no deja de ser vergonzoso que el mayor desajuste monetario de todo el trayecto se haya producido precisamente en nuestra ciudad.
El tercer lugar, cómo no, el caso Pujol o, tal vez mejor, los casos Pujol. Este asunto que ha removido los cimientos de la sociedad catalana también presenta algunos flecos en nuestra ciudad. Por ejemplo, sabemos que empresas que operaban en L’Hospitalet, como la inmobiliaria Focio, han reconocido haber recibido presiones para pagar una comisión del 1% al hijo mayor del Molt Honorable, Jordi Pujol Ferrusola, a cambio de nada.
Y para qué seguir. La gravedad de las estructuras parece aconsejar un buen saneamiento, esto es, derribar y construir de nuevo. Ahora bien, la limpieza no parece fácil. Demasiados intereses y presiones a la vista, como la consulta del 9-N o las elecciones de 2015. Además, el cambio no será gratuito. Nunca lo es cuando se trata de cambiar a fondo. La reforma del solar anexo a la plaza de Cadí ha costado 320.000 euros. Lo que yo apunto costará algo más que dinero y me temo que no será tan fácil enviar los escombros al vertedero.