Redacción | Miércoles 17 de septiembre de 2014
El artista cubano, afincado en Sant Just Desvern, expone junto a la alemana Enke-Birgit Machinek ‘Trobada entre tapís i escultura’
Tapiz. Escultura. Parece agua y aceite. Insolubles, sin puntos de encuentro, sin ninguna posibilidad de fusión. El tapiz vive, físicamente, limitado en el mundo de las dos dimensiones, mientras que el relieve es parte inherente de la escultura; el primero tenía una parte pragmática fundamental –en sus orígenes abrigaba literalmente las paredes para proteger las estancias del frío-, mientras que la escultura, fuera de las canteras, lleva el arte genéticamente; el tapiz trabaja con tejido, la escultura con infinitos elementos modelables. Pero ahí está la mano del artista, la creatividad que les define, para conseguir nuevas realidades con agua y aceite. El escultor cubano Dogny Abreu y la artista alemana Enke-Birgit Machinek, afincados en Sant Just Desvern y Esplugues de Llobregat, respectivamente, presentan la exposición ‘Trobada entre tapís i escultura’ en la que fusionan ambas disciplinas.
Abreu vuelve así a las estancias de El Celler de Can Ginestar, en Sant Just Desvern, donde ya expuso en 2011. “La obra es un homenaje a los tapices de Enke, basada en sus herramientas, fusionándolas con la escultura: las obras están generadas de acuerdo con los impulsos, en una ejecución de talla directa buscando un nuevo espíritu que surja de lo más primitivo y que se fusiona con la contemporaneidad”, comenta el artista; y añade: “La natura y las vivencias de la infancia son fuente de inspiración”. Una infancia que, de hecho, pasó en Cuba, su país natal. En concreto, en Paso Lesca, en el municipio de Camagüey, en donde ya a los ocho años demostró buenas aptitudes en la talla de madera influenciado por el entorno natural.
La exposición se inauguró el pasado 4 de septiembre y estará en Can Ginestar hasta el 11 de octubre. Entre las obras destaca ‘El pájaro de Fuego’, inspirado, según el artista, en Stravinsky: “Escuchando en la radio el ballet ‘El pájaro de Fuego’ me imaginé la explosión de rojos, los rojos del fuego, concentrados en un pájaro a punto de levantar el vuelo”. Una prueba de este impulso, de este resurgir primitivo que congela el aleteo ornitológico en una muestra de arte a caballo entre el tapiz y la escultura.