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La familia de Pedro Álvarez, asesinado en L’Hospitalet presuntamente por un policía, mantiene la lucha

La madre de Pedro Álvarez en la última manifestación | Desideria Petrache - DateCuenta
Imanol Crespo | Martes 20 de enero de 2015
Noche del 15 de diciembre de 1992. Hacía cinco meses que se había licenciado en el servicio militar. Celebraba su cuarto aniversario con su pareja y decidió acompañarla a L’Hospitalet. Antes de llegar a casa, un Opel Vectra blanco casi la atropella en la avenida Cataluña de la ciudad. La chica le reprocha su conducta al volante y a gritos se enzarzan en una discusión que acaba con ella en el suelo y él con un tiro.

Antes de morir, Pedro Álvarez ayuda a su novia y media entre los dos cuando de repente el temerario conductor saca del coche un arma, apunta a la cabeza del chico, dispara y se da a la fuga. Álvarez murió, con un tiro en la cabeza, antes de llegar al Hospital de Bellvitge. Tenía 20 años. La noticia podría ser una más de la sección de sucesos, pero no. El asesino era presuntamente un Policía Nacional.

Décadas de lucha
Por ello, 22 años después, familia, amigos y compañeros de Pedro Álvarez siguen luchando a través de la plataforma que lleva su nombre por la justicia y contra el abuso de poder y de la autoridad. Supuestos encubrimientos, huellas borradas, pruebas perdidas. Y siempre un mismo final: un sencillo “falta de pruebas concluyentes”. También tras la detención de un policía, José Manuel S.F, días después de la muerte de Álvarez, a pesar de que todo apuntaba a él. “Hay que tener en cuenta que se hicieron una serie de investigaciones muy mal hechas, porque la hizo la brigada de L’Hospitalet, al mando del comisario Llorente, que le costó el puesto; y cuando ellos hicieron lo que tuvieran que hacer, ya pasó al mando de la brigada de investigación criminal. Hay algo que no cuadra”, sentencia Juan José Álvarez, padre de Pedro. La clave podría haber estado en el acompañante de aquel Vectra, supuestamente, la mujer del asesino. No obstante, nunca se ha podido conseguir su testimonio.

Han pasado más de dos décadas -insuficientes para olvidar aquella terrible noche- y su entorno le sigue rindiendo homenaje, año a año. La Plataforma organizó este año una serie de jornadas informativas, a través de distintas conferencias, además de actos lúdicos como una bicicletada y la ya tradicional ofrenda floral en el lugar de la muerte de Álvarez. El último día se organizó una manifestación bajo el lema ’22 años sin Pedro. Ni olvido ni perdón.

“Todo el mundo que ha tocado el caso de Pedro ha sido ascendido ‘meteóricamente’ o ha sido destituido”, dice Juan José. Posiblemente sea el caso abierto más antiguo de abuso de poder –policial- de Europa. “Ahora no sabemos siquiera si ha preescrito o no”, comenta Álvarez, quien en 1996 protagonizó una importante recogida de firmas y una huelga de hambre. Entonces consiguió que el caso delegará a la Guardia Civil, algo que se pidió desde el principio para que la investigación no la hiciera el mismo cuerpo, a priori, implicado: “Queríamos que investigara un cuerpo imparcial, independiente; pero claro, ya habían pasado cinco años”. Nuevamente, se encontraron con la dichosa falta de pruebas concluyentes. “La última noticia que tenemos fue en 2011, que nuestros abogados nos dijeron que se habían pedido una serie de pruebas pero que las denegaban porque no llevaban a ningún sitio”.

Símbolo
Con la lucha judicial casi perdida, éste ha dejado de ser el objetivo primordial de la Plataforma, tal y como reconoce Álvarez. Esta entidad no es ya la asociación en defensa de Pedro Álvarez, sino el germen de una Plataforma que lucha contra el abuso de poder policial en nuestros barrios, en nuestras calles, y por la concienciación ciudadana de que no es solo un problema de países lejanos. Amable. Serio. Se nota que ha explicado esta historia en infinidad de ocasiones. Juan José pierde la mirada: “Después de organizar estas cosas, necesito una pausa”. Una pausa, pero no un Stop. Esta es la victoria y el futuro de los Álvarez; un futuro marcado por la ausencia aunque no estén solos. III