Economia

El milagro del agua de chocolate

Imanol Crespo | Martes 20 de enero de 2015
La ETAP de El Llobregat tiene un tercio de capacidad de la planta del Ter pero dispone de procesos pioneros en el sector.

Es una de las características de este río, el más caudaloso y con la cuenca más amplia de los íntegramente catalanes. Su color entre rojizo y amarronado que le asemeja a una gran balsa de chocolate cruzando la Cataluña Central hasta morir en el Mediterráneo. Incluso su etimología más remota hace referencia a este aspecto: procedente del latín ‘rubricatu’ que significa ‘rojo’.

Con este color, fruto de los sedimentos de tierra y restos naturales que arrastra, extraer agua potable se antoja algo casi milagroso. Las características del río, pequeño para la captación de agua; su cauce variable con episodios de lluvia, pero también la mano humana que deriva, como es habitual, en contaminación han convertido a la Estación de Tratamiento de Aguas Potables del Llobregat, de la concesionaria de la Generalitat ATLL (Aigües Ter Llobregat), en una planta pionera de su sector introduciendo novedades como la introducción de dióxido de carbono (ahora extendido en todo el sector) o con la mayor planta de electrodiálisis reversible de Europa.

El éxito de la química
No es la planta con más capacidad (depósito total de 263.000 metros cúbicos, un tercio de la planta del Ter), también es por sus características la más cara; pero a la vez, por las dificultades que ofrece el río, es el auténtico éxito de la investigación y de la química, que permite aportar agua potable a gran parte de Barcelona, al Baix Llobregat, pero también a Garraf, Alt Penedès, Anoia y Vallès Occidental. De hecho, la interconexión que ha conseguido toda la red de ATLL permitiría llevar el agua del Llobregat hasta nueve comarcas, incluidas Vallès Oriental, Maresme y La Selva. En total, 120 municipios. El agua se capta con un azud de 100 metros de ancho, a partir del cual ya se aplica el primero de la media docena de productos químicos (todos de grado alimentario): se trata del permanganato potásico, sorprendente por su color magenta oscuro, y que actúa como oxidante de los compuestos orgánicos. El agua empieza entonces todo un proceso que durará aproximadamente unas seis horas hasta pasar a ser agua potable. En la planta de mezcla se añaden otros tres componentes, entre ellos, dióxido de carbono, uno de los éxitos de la ETAP del Llobregat. “Cuando probamos dióxido de carbono, todos se echaban las manos a la cabeza. De hecho, venían aquí las industrias químicas ofreciendo productos como si probáramos cualquier cosa. Ahora, prácticamente todos lo utilizan en sus procesos”, explica el jefe de planta.

El dióxido de carbono les permite ajustar el pH (la acidez del agua) y como coagulante para la clarificación del agua, un avance producido gracias al laboratorio integrado en la planta que controla los parámetros fisicoquímicos y microbiológicos del agua a lo largo del proceso. Los ocho decantadores harán desaparecer definitivamente el color fangoso del Llobregat y el paso por los filtros de arena y de carón harán el resto hasta obtener agua potable en el corazón de la planta.

La electricidad amiga del agua
Aquí acababa el proceso hasta hace pocos años, desde que en 1980 empezara a funcionar la planta del Llobregat. No obstante, los problemas de contaminación y de niveles de sal producidos, en gran parte, por las minas de sal de La Cardona, hizo que no pasaran los nuevos parámetros actualizados por la Unión Europea. Tras valorar los diferentes sistemas, la ETAP optó por el tratamiento por electrodiálisis reversible.

Nueve módulos con 576 pilas pasan parte del agua tratada por conductos a los que se le aplica energía eléctrica para eliminar sales y remineralizar el agua con saturadotes de cal. La nueva planta es la mayor instalación con este sistema, lo que ha permitido mejorar tanto el sabor como el olor del agua potable cumpliendo los nuevos requisitos de la UE.

Con agua en tiempos de sequía
Uno de los logros de la gestión de la ATLL es la creación de una red triangular de agua (ETAP del Llobregat, ETAP del Ter y la desalinizadora del Llobregat con el Centro de Control de Sant Joan Despí) que permite jugar con distintas opciones en caso de cierre de alguna planta o en temporadas de sequía como la que se vivió en 2008.

La gran inversión de la desalinizadora del Prat, la segunda más grande de su tipo en toda Europa, coincidió con el final de la sequía (en 2009 cuando se inauguró ya estaban los pantanos llenos) y con el inicio de la crisis. Ahora, su uso se mantiene a unos niveles mínimos, prácticamente al 10%, por su elevado coste. Sin embargo, según la responsable de Relacions Institucionales de ATLL, Irene Obis, es prácticamente imposible quedarnos sin agua en tiempo de sequía: “La desalinizadora nos puede aportar un 20% más de agua a lo que nos permitiría contener el agua de los depósitos. Tendría que pasar una barbaridad para quedarnos sin agua”. La desalinizadora del Llobregat, además, junto al Centro de Control de Sant Joan Despí permite potabilizar agua a partir del mar y distribuirla en todo el ámbito del Llobregat, pudiendo llegar también tanto a la Anoia como al Garraf.

Este mapa y este entramado de conexiones subterráneas para el transporte de agua clara, tiene también su episodio turbio, pero en los juzgados. Es la Guerra del Agua que partió de la oferta pública que hace la Generalitat de Catalunya para la gestión de estas infraestructuras. Finalmente, la concesión se atorgó a Acciona, concesión que fue recurrida por Agbar – Aigües de Barcelona. La Justicia ha dado en reiteradas ocasiones la razón a Agbar y, finalmente, el Govern ha dado marcha atrás. Con Acciona fuera del concurso, ahora queda pendiente saber quien será el siguiente adjudicado en gestionar las instalaciones. En este sentido, ATLL prefiere mantenerse al margen de esta ‘guerra’ en los juzgados por el agua catalana. III