El ajedrecista Francisco Vallejo Pons (1982) es una persona singular: la suya es la historia de un niño tocado por los dioses, un individuo prodigioso al que se le exigieron los cielos y que estando habitualmente entre los 100 mejores del mundo de su profesión parece que siempre esté debiéndonos algo. Porque, aunque fue campeón mundial sub-18 en el año 2000 y ya había sido dos veces subcampeón del mundo de edades, colectivamente nos supo a poco.
De este hombre nacido en Mahón suele decirse que no se esfuerza (en comparación con otros talentos del tablero), pero opino que a la mayoría de la gente se le olvida que con 11 años decidió irse a un internado, en la otra punta de España, sin su familia, para mejorar su ajedrez. Vallejo, del que este año volvemos a disfrutar en El Llobregat Open Chess, puede aparentar cierta frivolidad bajo los focos, pero en las distancias cortas es profundo, no en vano su sobrenombre en la red social X es “@chessidarta”. Eso sí, Paco es de lengua afilada y vivo discutidor, desaconsejo buscarle las cosquillas.
Vallejo lleva el ajedrez creativo por bandera. Les reconozco que soy incapaz de juzgar las sutilezas que dan brillo a sus maniobras, mas con la misma sinceridad les diré que varias leyendas del ajedrez mundial me han hablado de la creatividad de Paco en términos asombrosos. No en vano ha sido cinco veces campeón de España absoluto y medalla de plata al segundo tablero en la Olimpíada de ajedrez de 2010, entre muchos otros méritos. Mención aparte: llegó a ser el 18º del mundo en 2005.
Hay tanto que decir de este hombretón de sonrisa franca y mirada comprensiva que me cuesta seleccionar hechos puntuales. Cerraremos este artículo con una bella victoria suya ante De Firmian y así, cuando le enviemos un WhatssApp, no nos importará que esté en Tanzania o en cualquier otro lugar del planeta, porque siempre tendremos un poco de él para reconciliarnos con el ajedrez.
Por Jorge I. Aguadero Casado, jefe de redacción de Peón de Rey