En el pasado debate de investidura, quedó manifiesto que Artur Mas está dispuesto a cualquier cosa por seguir de presidente. Ahora de golpe tiene una repentina conciencia social y un discurso supuestamente de izquierdas.
Él, que hasta ayer mismo ha sido el presidente de la Generalitat que más recortes ha hecho en políticas sociales, educación y sanidad de la historia de Catalunya. Y todo por intentar convencer a los diez votos que necesita de la CUP. Mas nos ha llevado a un callejón sin salida. Nos dice que sólo hay un camino que es la independencia, sólo una manera de conseguirla que es situarnos fuera de la ley, y sólo un líder capaz de hacerlo: él mismo. Y como ya dijo nuestro primer secretario Miquel Iceta: No, no y no. No a la independencia, no a la ilegalidad, no a Artur Mas como presidente.
Y los motivos por los que Mas no puede volver a presidir la Generalitat son muy sencillos: primero, porque no puede. O sea, por incompetente. En los últimos años, hemos tenido un presidente ausente, insensible a las necesidades de las personas y del territorio que dice querer e incapaz de gobernar y de liderar los retos y cambios que Catalunya necesita.
Segundo, porque no quiere. Mas no quiere realmente un gobierno que represente al conjunto de catalanes y catalanas. No aspira a representar la mayoría del pueblo catalán, que es la verdadera misión de todo presidente. Sólo aspira a obtener el apoyo de aquellos que le pueden aupar a la presidencia para continuar su estrategia de desconexión del resto del Estado y de Europa. De aquellos que, como él, han puesto por delante su deseo de ruptura al bienestar del país.
Mientras tanto, los catalanes y catalanas nos estamos jugando cada día el futuro. Ellos lo único que hacen es esconder su debilidad y sus vergüenzas bajo la bandera de la independencia.
En Catalunya no hay todavía Gobierno. Pero es que no lo ha habido tampoco en los últimos años. En todo este tiempo nos han dejado solos a los ayuntamientos, haciendo frente como podemos a las situaciones de emergencia e intentando dar respuesta a los retos que tenemos realmente como país: la preservación de las empresas y de los lugares de trabajo que decisiones de este gobierno han puesto en riesgo como a Valeo o Solvay, la generación de nuevas oportunidades para salir de esta larga crisis, la protección de derechos esenciales como la alimentación digna de nuestra infancia, el mantenimiento con recursos propios de los servicios públicos que ellos deberían garantizar y que intentan destruir...
Necesitamos más que nunca un gobierno que gobierne, o al menos que nos dejen gobernar a aquellos que continuamos dando la cara cada día, a pie de calle, a cara descubierta, sin escondernos en ninguna bandera más que la de la libertad, la justicia social y el deseo de igualdad.