Cuando Felip Puig mandó a los antidisturbios de los Mossos de Esquadra a despejar la plaza Catalunya de manifestantes del 15-J, operación que se saldó con más de un centenar de contusionados, apenas se oyó un suspiro de protesta en la sociedad catalana. Cuando ocurrió algo semejante en la concentración frente al Parlament de Catalunya, una buena parte de quienes hoy secundarán la huelga, apenas se inmutaron, e incluso muchos se rasgaron las vestiduras y justificaron la actuación policial que también produjo golpes y empujones diversos, basándose en la ilegalidad de querer presionar a los representantes elegidos para no acudir al Parlament a aprobar nuevos recortes sociales.
Condenable y deleznable siempre
Poner a la policía en la calle frente a gente que, de modo pacífico, pretende manifestar su desencanto con las actuaciones políticas, siempre es deleznable. La policía no debiera estar para eso, pero como que la ciudadanía ha asumido hace mucho que el Estado tiene el monopolio de la violencia, cuando el poder del Estado saca a la policía a la calle para reprimir, hay que esperarse lo peor. Y entre lo peor, lo mejor es lo que pasó este domingo, cientos de contusionados y algunos heridos que tuvieron menor suerte. Cuando en la calle hay fuerza bruta y armas, puede pasar lo peor: que haya muertos. Así que sacar la policía a la calle cuando en la calle hay protesta pero no violencia con el objetivo de practicar el monopolio legal de la violencia, debiera ser condenable siempre, aunque no hubiera ni siquiera un golpe. Basta el propósito. Así que lo que hizo el PP el domingo en Catalunya, al igual que lo que hizo el govern de la Generalitat entonces, debió ser repudiado con la misma contundencia por la ciudadanía. Entonces no se hizo. Ahora, si.
Entonces no existía esa Taula per la Democracia, pero esa no fue la razón, como parece obvio. La razón hay que buscarla en el objeto de la protesta: gente que entonces protestaba contra la gestión de la crisis económica y gente que el domingo protestaba porque no nos dejan votar para expresar nuestro derecho a decidir. Parece que ha sido la diferencia de propósitos, más que el número de afectados por la policía, lo que realmente ha movido a convocar un paro general o una Aturada de país.
Juntos
Como ayer me decía un amigo, es verdad que en el movimiento independentista están juntos ahora los que mandaban a los Mossos que golpearon en la plaza Catalunya y los que fueron golpeados en esa misma plaza. Y todos, ahora, a favor del paro general. Entones la CUP apenas salía por la tele como no fuera para enseñar las piernas amoratadas. Hoy tiene peso y se puede hacer escuchar. Por eso, como le contestaba a mi amigo, echo en falta esa ausencia de posicionamiento crítico para darle el énfasis que le correspondería en la jornada de hoy a la protesta contra la violencia del Estado, más que a la agresión contra el independentismo. Que son dos maneras bien distintas de ver la protesta contra la actuación policial.
Violencia gratuita
Porque lo más dramático de todo es que esa violencia policial fue tan gratuita y tan errónea que, si no fuera incomprensible, se diría que fue diseñada para fortalecer un independentismo todavía inseguro. En la lógica del PP que venía afirmando que no habrían urnas, ni papeletas, ni colegios, ni mucho menos gente votando, una propuesta tan delirante como poner a la policía en la calle debiera haber terminado no con unos cientos de contusionados y algunos heridos —y después la crispada normalidad con que se desenvolvió la jornada—, sino probablemente con la gente encerrada en sus casas y las calles tomadas para hacer realidad su delirio. Lo que demostró el gobierno central el domingo es que, en Catalunya, no tiene capacidad ni para reprimir y que es cierto el mensaje del secesionismo cuando afirma que todo es posible.
Punto de inflexión
Por eso el 1 de octubre marcó un punto de inflexión extraordinario en el imaginario colectivo. El independentismo comprendió que es posible la estrategia unilateral con solo ocupar las calles y se hizo mucho mas fuerte e incluso soberbio, mientras que el gobierno del PP ha tenido que aceptar que su debilidad va pareja con su manifiesta incapacidad para dar cualquier respuesta. Lo único realista en tales condiciones era reclamar una vez mas la inmediata dimisión del gobierno y convocatoria de nuevas elecciones en lugar de aceptar que Rajoy siga en la Moncloa haciendo el ridículo y fortaleciendo la secesión, ahora con la ayuda de quienes se entrevistan con ese genio.
Un detalle que no puede pasar desapercibido: desde el viernes 29 de septiembre hasta hoy dia 3, cinco días seguidos, hay gente en las calles de Catalunya en plena efervescencia y ampliando horizontes. Quienes abogábamos por una rebelión pacífica de la ciudadanía en otras épocas no tan lejanas, deberíamos saltar de alegría. La diferencia es que no hay revuelta social. Hay revuelta nacional, que es bastante distinto.
Seguramente la CUP se esforzará por unir ambos conceptos. Ya lo está haciendo, afirmando que hoy es una huelga general y no una Aturada de país. Pero me temo que hay mas gente con los que mandaron a los Mossos a la plaça Catalunya a dar golpes, que con los que los recibieron.
Ridículo de datos
Y una última, de números. Que el gobierno central es un desastre ya lo estábamos viendo desde hace mucho, pero seguramente lo que no se debería autopermitir es hacer el ridículo más espantoso. A las increíbles cifras de heridos que ha divulgado la Generalitat metiendo en el mismo saco a quienes sufrieron empujones y golpes, a quienes sufrieron crisis de ansiedad —durante el franquismo a eso se le llamaba temblor de piernas—, a quienes sufrieron fracturas y a quienes sufrieron pelotazos, el ministerio del Interior ha publicitado cifras de policías heridos —más de 400— absolutamente ridículas. Contestar a la manipulación de cifras con manipulación de cifras es evidenciar un poco de debilidad y un mucho de cretinismo. Ese es el caso. Por otro lado, al supuesto escrutinio de datos de participación y de votos válidos que nadie sabe quien lo hace, cómo lo hace ni quien lo avalará, hay que añadir ahora la utilización de los plazos de proclamación en virtud de las estrategias parlamentarias para proclamar la DUI. ¿Habrá pleno el 6 de octubre para cambiar la historia?
Mientras esperamos, propongo a los lectores una lectura inteligente para momentos de crisis: la entrevista que le hacen hoy en Infolibre a Martín Pallín donde plantea, a su juicio, una única salida posible. Yo, que siempre he sido optimista por naturaleza, no veo ni esa.
Por cierto, mañana despejaré algunas dudas mías sobre las razones últimas de lo que hoy está pasando.