Los acontecimientos que estamos viviendo en Cataluña estas últimas semanas parecen sacados de una película de ficción. Años atrás nadie habría dado crédito a lo sucedido. Ningún demócrata puede compartir que cualquier mayoría coyuntural pueda restarle derechos a los parlamentarios o a los concejales, quienes están representando a cientos de ciudadanos de todo el territorio.
Primero fue la presidenta del Parlament quien impidió un correcto debate de las leyes de “desconexión” que proponía el Govern, saltándose todos los mecanismos preceptivos democráticos que deben tenerse en cuenta para tramitar cualquier ley. Parece que todo le vale para conseguir su propósito de romper la convivencia y la legalidad que nos hemos dado todos los españoles, y por tanto, también los catalanes.
Nada parecía frenarla, ni el Consell de Garantíes Estatutàries, ni los letrados del Parlament, ni la oposición, ni por supuesto l’Estatut d’Autonomia ni la Constitución. La señora Forcadell destila odio en sus intervenciones ante todo aquello que discrepa de sus pretensiones. Suyas son las declaraciones que excluyen a los votantes del PP o C’s del pueblo de Cataluña.
En el capítulo de despropósitos vividos estos días, hemos visto atónitos como por ejemplo, el pleno del Ayuntamiento de Castelldefels se suspendía por parte de la alcaldesa del PSC para evitar que la oposición pueda presentar propuestas, hacer preguntas o ruegos.
La ciudad de Castelldefels está gobernada por los socialistas con el apoyo de los separatistas de ERC y CIU que son quienes condicionan toda la acción de gobierno. Para todos ellos, la prioridad ya no son los intereses de los vecinos en temas tan importantes como la limpieza, la seguridad, las infraestructuras, el empleo o las ayudas sociales.
Únicamente están centrados en mantener a cualquier precio un gobierno de intereses personales por encima de lo que sus propios votantes les piden.
Callar a la oposición no puede ser ni será nunca la solución. Los vecinos tienen derecho a que se siga trabajando por ellos, construyendo cada día una ciudad mejor. Merecemos a unos gobernantes que sean ellos mismos los primeros en respetar las leyes y apostar por la calma y la convivencia, no creando división ni alejándose cada día más de la realidad y lo que de verdad nos importa a todos los catalanes.