La crisis financiera internacional que derivó en una crisis de la economía real apunta a convertirse en una auténtica crisis de valores.
Entre esos valores ahora cuestionados, figuran los referidos a la educación.
Para atajar la convulsión social que podría generar una alteración de los valores primordiales se requiere, entre otros factores, apostar por un sistema educativo de calidad.
Entre los sólidos fundamentos de la educación deben figurar fomentar la capacidad de esfuerzo y sacrificio, además de exigir el respeto a la autoridad, no autoritarismo, ejercida por los padres, profesores y todas aquellas personas involucradas en la formación de los jóvenes.
La finalidad del proceso educativo consistirá en dotar a nuestros hijos de la autonomía e identidad propias para afrontar las vicisitudes que su entorno social les planteará en distintos campos. Se trata de ofrecer recursos intelectuales, afectivos y morales eficaces y de forma continua.
En la actualidad, parece subestimarse la formación integral en valores que debe constituir el crecimiento sobre el que asentar el aprendizaje posterior en las sucesivas etapas del desarrollo vital.
Así, en el ámbito escolar, ante cualquier dificultad para afrontar una actividad que requiere un esfuerzo o una mayor comprensión para su resolución, en numerosas ocasiones, se opta por eludir la situación conflictiva.
En esa dinámica de desterrar el trabajo adicional para resolver problemas o conflictos ha tenido gran parte de responsabilidad la difusión de mensajes publicitarios complacientes a través de los medios de comunicación, en el sentido de que no se requiere prácticamente sacrificio alguno para conseguir unos resultados satisfactorios, por ejemplo, en el aprendizaje de un idioma; en definitiva, la visión errónea de que cualquier objetivo se puede alcanzar sin apenas esfuerzo alguno. Por ello, el papel de educadores confiere las facultades necesarias e ineludibles para transmitir a los implicados en el proceso educativo el valor del sacrificio, el esfuerzo y la perseverancia.
Asimismo, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación ha permitido el acceso inmediato a cualquier tipo de contenido. En ese sentido, conviene destacar la importancia de despertar en los estudiantes la capacidad crítica y de análisis respecto a la información recibida; en cierto modo, deben tratar con cierta cautela los variopintos documentos que navegan por el ciberespacio.
Ahora bien, la formación integral en valores requiere además el soporte de unas infraestructuras adecuadas en el entorno escolar mediante la correspondiente inversión presupuestaria.
La construcción de nuevos centros de enseñanza, en especial de educación secundaria, como lo han manifestado las últimas encuestas, debe convertirse en objetivo prioritario de las distintas administraciones con competencias en el sector educativo.
Además de la dotación material en los centros escolares, se requiere enseñar técnicas de aprendizaje y, principalmente, fomentar la comprensión lectora, uno de los principales caballos de batalla en la lucha contra el fracaso escolar.
Apostar por una formación integral en valores, fundamentalmente auspiciada desde el entorno familiar, constituye uno de los factores decisivos en la armonía social para evitar una crisis de consecuencias funestas.