Con la crisis y la posterior cronificación del empleo precario, muchas personas no solo se han quedado sin trabajo. La falta de dinero les dejó sin casa. Los amigos siguieron a sus cosas y el tejido social que les podría ayudar a volver a empezar poco a poco se derrumbó.
Perdidas, sin ilusión y sin un futuro claro, muchas se encuentran en un círculo de precariedad y acaban cayendo en adicciones. Son el último eslabón de una cadena de vergonzantes errores que acumulamos todos como sociedad. Poco se habla y mucho se espera de quienes tienden una mano amiga a los que lo pierden todo. Entre ellos, están centros como el hospital San Juan de Dios. Su labor, aunque conocida, muchas veces se invisibiliza socialmente. Para darles voz y apoyarla cada uno contribuye como puede. Tocados por su historia, los hemanos Borja y Juan Molina-Martell, Ramón Jiménez y el xef executiu, Naoyuki Haginoya -integrantes del Grupo Nomo de restauración- colaboran con ellos desde hace cuatro años.
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