Los vinos rosados vinieron para quedarse. Admitámoslo. Ya no hay un por qué pedir vino rosado, hay un ¿por qué no? En realidad, si hablásemos con propiedad, diríamos que regresó para quedarse, no que vino. Porque el rosado es el primer tipo de vino que se hizo.
Fue en la Provenza –una de las zonas vitivinícolas más antiguas de Francia- y en Languedoc-Rosellón. ¡Ah!, para no saltarme pasos. El rosado se elabora con uvas tintas, como el tinto, pero permanece en contacto con los hollejos mucho menos tiempo (4-6 horas, de ahí, que los taninos no hayan teñido tanto el mosto), pasa a depósito de acero inoxidable (sin prensar, por eso se llama “de lagrima”) donde fermentará con control de temperatura a 18ºC.
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