Durante las primeras semanas del confinamiento nos repetimos el mantra de que saldríamos mejores de este lance.
Más solidarios, más responsables… Pero bastó la breve relajación de la fase 1 para ver que nos estábamos engañando y que lo que la sociedad anhelaba era el retorno a la vieja normalidad. Tal vez sea una postura pesimista, pero los únicos cambios que aprecio son una mayor crispación en el debate político y una peligrosa reafirmación del neoliberalismo en sus tesis, en el abandono de los desfavorecidos. Y, entre tanto, unos y otros vuelven a agitar banderas.
Así las cosas, no puedo evitar sentir que tampoco estaba tan mal encerrado en casa. Tratando de ver las noticias sólo para seguir la evolución de la pandemia, y concentrado en mis libros, en mis cómics… Aislado del ruido y la furia que, de nuevo, imperan en el exterior.
Uno de los últimos cómics que leí antes del desconfinamiento fue Star Trek: Destino manifiesto, escrito por Mike Johson y Ryan Parrott, e i lustrado por Ángel Hernández. Para no sucumbir al desánimo tras asistir al enésimo bochorno parlamentario o a las imágenes de playas y bares atestados que revelan que a buena parte de nuestros vecinos, la salud de los demás les importa un carajo, regresé a una franquicia de ciencia ficción cuya virtud espiritual es la de mantener una fe inquebrantable en nuestra especie.
Fue mi abuelo quien me descubrió el universo creado por Gene Roddenberry en su versión televisiva con Star Trek: La nueva generación. Entonces me fascinaron las naves, la tecnología de teleportación… Pero si dos décadas después sigo interesado por esta franquicia, es porque uno tras otro sus autores se han mantenido fieles al espíritu optimista sobre el que se cimenta. Un optimismo que consiste en narrar que seremos capaces de ser, como sociedad, mejores de lo que somos. Que nos uniremos bajo una bandera de fraternidad y progreso, que nos regiremos por un inquebrantable código ético, que no dejaremos a nadie atrás.
Esa es el mensaje que vuelve a transmitirnos la franquicia a través de Star Trek: Destino manifiesto (que Drakul ha publicado también en una curiosísima edición en lengua klingon que hará las delicias de los coleccionistas). Ante un escenario de guerra, la obra de Johnson, Parrott y Hernández plantea el entendimiento y la comprensión de las culturas diferentes como única salida posible. La obstinación en aniquilar al rival y negarle la legitimidad sólo conduciría a un estadio de injusticia y violencia cada vez mayores. ¡Ah, si nuestros políticos leyesen más cómics de Star Trek…! III