Las nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral han cambiado sus motivaciones respecto a las anteriores, condicionados por un contexto social muy diferente e inestable, son los nativos digitales totales, nacidos en la era de internet y el móvil, en época de recesión económica e inseguridad vital, en un mundo amenazado por el terrorismo global desde el 11S y la pandemia de la COVID19.
Los sociólogos intentan catalogarlos bajo un apellido generacional. Los nacidos entre 1995 y 2010, quienes ahora entran al mercado laboral, son la generación Z o Centennial, diferenciados de la generación anterior, los Millennial o generación Y. Principalmente les identifica un cambio colectivo de sus características, son la generación más pesimista en décadas, saben que sus habilidades digitales no les van a facilitar la estabilidad laboral, están dispuestos a trabajar y temen el desempleo que les circunda donde la inseguridad manda, este es un giro respecto a la generación antecesora.
Las conclusiones de varios informes confirman que el pragmatismo de los jóvenes que se incorporan al mercado laboral se acerca al de los que hoy están entre los 40 y 50 años, los hábitos de trabajo son más cercanos a los maduros de hoy que a su generación inmediata anterior, buscan la realización personal pero aprendiendo, respetando las jerarquías, saben que los ascensos no son automáticos. También ha variado el hecho de que se trata de una generación que espera que las empresas sirvan para algo más que para obtener beneficios, les importa que una compañía tenga una política de responsabilidad social corporativa positiva.
Los nuevos trabajadores jóvenes valoran los entornos colaborativos, quieren conservar estar conectados cuando se hallan en la oficina y suelen ser eficientes trabajando en equipos. El cambio de prioridades de esta generación abre una brecha con las motivaciones de generaciones anteriores, y especialmente con muchas empresas que no están preparadas para reorganizar el entono laboral.
Se trata de una generación que asume la movilidad y la formación a lo largo de la vida, pero que necesita aprender en su mundo interconectado a procesar cantidades ingentes de información; sin embargo, valoran el comportamiento ético del empleador.
Los trabajos se están transformando, algunos desaparecerán con los procesos de automatización vinculados a acciones como iterar, tramitar, predecir y compaginar, y a cambio se crearán otros de mayor valor añadido. Capturar ese nuevo valor es el desafío al que se enfrentan las organizaciones. III