La toma de decisiones en el ámbito de las políticas públicas requiere siempre de un adecuado marco territorial.
De cara a evaluar el actual modelo territorial del Baix Llobregat, me gustaría echar un vistazo a nuestro pasado reciente desde la dimensión territorial, social, económica y política.
Desde el punto de vista territorial, hemos pasado de ser una comarca marcada por los crecimientos especulativos, sin garantía de servicios a las personas y destino de todo aquello que Barcelona expulsaba a un territorio donde se puede vivir con dignidad y disfrutar de un espacio público de calidad. A lo largo de las últimas cuatro décadas, una visión estratégica que ha rehuído del tacticismo cortoplacista ha conseguido vertebrar y cohesionar la comarca. Ejemplos de ello son la recuperación del espacio fluvial, la notable mejora del frente litoral, la protección del parque agrario, la creación del parque forestal de las montañas del Baix, las mejoras del espacio urbano y de los polígonos Industriales... Todo ello hace que las perspectivas de futuro de este territorio sean extraordinarias para la conservación de nuestro entorno natural y la sostenibilidad de nuestras ciudades.
Durante ese mismo período, la acción de los poderes públicos ha logrado mejorar las grandes desigualdades sociales que existían de partida, con barrios enteros excluidos. Mientras tanto, el Consell Comarcal ha ejercido un excelente trabajo de liderazgo y concertación de estrategias económicas, siendo un referente en el ámbito de los pactos y los acuerdos entre los agentes económicos y sociales.
Somos una comarca de 30 municipios con realidades diversas y complejas que suman más del 10% de la población de Catalunya y reúnen el 12% del PIB catalán. La unión de todos estos municipios en una estructura politico-institucional fuerte nos ha permitido transformar y mejorar nuestras ciudades y nuestra calidad de vida, y nos posiciona excelentemente ante los retos y oportunidades del futuro. Por ello, ante posibles escenarios identitarios, ideológicos o de tacticismo político, debemos priorizar la utilidad publica. No hagamos experimentos con aquello que ha funcionado. III